¿Porque a todo el mundo le gusta?

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¿Porque a todo el mundo le gusta?
Por: Darío Valle Risoto

Recuerdo algo que me enseñaron mis padres, ambos con tremendo empeño y aunque eran personas muy diferentes entre si en este asunto coincidían ampliamente a tal punto que a través de los años este concepto que me transmitieron formó mi personalidad tanto para bien como para mal y pasaré a explicarme a continuación.

Ambos me inculcaron el concepto de hacer en todos los aspectos de mi vida lo que a mi me parezca correcto independientemente de lo que me digan los demás o de la errónea idea de que si que si algo es cometido por una mayoría es lo que se debe hacer o porque es así que lo hacen todos, porque está de moda o porque de esta manera puedo ser aceptado por los demás.

Sobran ejemplos del comportamiento de las masas en diferentes sentidos que como una marea que arrastra barcos sin timón va acomodando modas, actitudes, ideologías con el débil argumento de que más es mejor que menos o de que las mayorías no pueden equivocarse.

Aún así muchos caemos en la falsedad de que la cercanía, la pertenencia y compartir algo con nuestros semejantes nos pone del lado de lo correcto y que transgredir no es bueno aunque también para estos tiempos de consumo la transgresión o lo que se toma como tal también forma parte de la estupidez colectiva.

Y no trato de tomarlo a usted estimado lector como estúpido, porque individualmente todos los seres humanos tenemos gran potencial pero estas mismas actitudes fenecen ante la imparable seducción de las masas que parece que saben lo que es bueno para todos porque así se hace o se estila y no se lo puede cambiar.

El mejor ejemplo es el ámbito musical donde infinidad de artistas con escasas dotes han pasado a encabezar listas de ejitos, giras masivas y se han encumbrado como indiscutibles ídolos de generaciones solamente contando con enormes campañas publicitarias, cierto carisma y muchísima suerte. Podría darles una lista de al menos diez artistas internacionales que realmente son personajes sin mucho brillo pero han tenido la suerte de tener buenos productores, excelentes campañas publicitarias y a un público que se deja llevar sin poder analizar objetivamente a estos artistas del montón. Por otro lado sobran ejemplos de artistas muy poco conocidos o de muy bajo perfil que realmente han ejercido cambios sustanciales no solo en lo musical sino en lo social.

Obviamente no voy a detallarles los artistas que pretendo que ustedes sepan decodificar tal cual debe ser y no por la influencia de los medios porque sería entrar en una discusión absurda, más puedo nombrarles una banda que ha tenido enorme talento, músicos excepcionales y también ha contado con el beneplácito de grandes masas de públicos y ha llegado a la gloria con absoluto merecimiento, me refiero a: Queen. Tal vez podríamos agregar a The Beatles y Pink Floyd y muy pocos más a esta lista de excepciones.

Pero a riesgo de salirme del tema quiero recalcar el fuerte componente que ha hecho de mi personalidad una forma de elegir tratando siempre de desprenderme de la marea general, aunque más no sea para experimentar realmente que quiero y que no quiero de mi vida sin que un iluminado intente llevarme de la nariz con el débil argumento de que: “Todo el mundo lo hace” Esto no quiere decir que sea un anómico social, hay muchísimos productos que gustan a las mayorías y a mi también, modas que supe compartir con todos y quizás libros, películas y música que también me han agradado, más fue siempre por mi mismo ya que la sola idea de que algo es masivo me pone en la situación de inmediatamente analizarlo con cierta desconfianza.

En publicidad se estudia la psicología de los consumidores y todo se rige bajo las iniciales: NA y NP que significan: Necesidad de afiliación y Necesidad de pertenencia. No hay caso, seguimos siendo los mismos monos imitadores que allá antes de que inventaran a dios se copiaban entre ellos para sobrevivir y trataban de identificarse entre las tribus por sus aspectos más igualadores, tal sea un cierto peinado o una forma de hablar y aún sigue siendo así. Todos somos parte del gran grupo humano pero a su vez pertenecemos a diferentes sectores a medida que nos acercamos al ser individual.

Por ejemplo yo: blanco, occidental, ateo, anarquista, metalero, escritor, alto de ojos verdes, fan de Superman, de Star Trek, del anime y la cultura oriental, gran escucha de tangos, sindicalista y proclive a vestirme casi siempre de negro. Tengo por lo tanto alguna que otra señal que me pone el cartelito para ir hacia determinados lugares donde otros no van. Pero si me retrotraigo a lo aprendido desde mi más temprana infancia debo observar que todo lo antedicho tampoco es un credo que siga a ojos cerrados y por lo tanto puedo tomar coca cola, ver una película romántica, alucinar con los personajes de Marvel, ponerme alguna remera blanca o roja y quizás hasta coincidir cuando por casualidad algún político de derecha dice algo que me parece inteligente.

Pero tengo la enorme satisfacción de tener una suerte de campo de fuerza contra el consumo indiscriminado, las modas estéticas y de la mala palabra, la forma estúpida en que se relacionan cual mutantes o zombies las personas con sus celulares, las frases ordinarias y soeces de las redes sociales y los pensamientos hacia una humanidad vegana, falsamente tolerante y regaettonera.

Supongo que no solo en el Uruguay nos encontramos con gente que reivindica hasta lo más espantoso de su cultura con el argumento infame de que: “Porque es nuestro” como si la proximidad solamente bastara para que uno se ponga de tal lado o de otro sin meditar que es lo que está eligiendo. En el mismo sentido hay una forma de pensar generalmente de la gente de izquierda de mi país que apunta a que todo: “Lo foráneo” es malo y ni que hablar si proviene de los Estados Unidos, al parecer fuente primaria y génesis de todos los males de este mundo.

Ojala fuera tan fácil pero no es así aunque uno sea una especie de paria porque escucha más música en inglés que en castellano o prefiera a Superman antes que a Patoruzú o sostenga que si le sacan la Coca Cola hará la contra revolución. Pero ojo que si me gusta Mafalda, aunque también Los Simpson y un montón de productos masivos yanquis, foráneos y sin ningún otro cometido que entretener.

Pero la cosa no es que sea de acá o de afuera sino más bien se trata de estar a la moda y hasta cambiar la forma de hablar o escribir diciendo tonterías como: “Todas y todos” para estar en la onda aunque en casa nos importe todo un carajo, mientras miramos los últimos partidos de la Liga Europea.

En definitiva uno es lo que come, lo que ve, lo que escucha, lo que viste y lo que desviste, uno es una suma de transculturalizaciones varias donde afortunadamente durante el post modernismo algunos aprendimos que la única moda debería ser que no hay moda, por más que siempre las masas sigan la zanahoria para sentir que pertenecen a algo.

 

 

 

 

El Veneno (Cuento)

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El Veneno
Por: Darío Valle Risoto

Ningún matrimonio se mantiene feliz y amoroso por mucho tiempo, la convivencia y los años que se acumulan pueden alejar mucho a dos personas, aún a las aparentemente almas gemelas que se juraron amor eterno delante del altar, cualquier altar, incluido el de la promesa con miradas profundas a los ojos.

A pesar de esto Sergio y Nora la llevaban bien, con ocho años de vivir juntos y casi siete de casados estaban suficientemente acostumbrados el uno al otro con sus mañas y locuras que iban siendo comprendidas como en una especie de pacto que ni la falta de hijos pudo romper.

Hacían el amor dos o tres veces por mes como casi todos los matrimonios, un poco más en vacaciones, un poco menos en el invierno que en el verano y se dejaban llevar por la pasión alguna primavera que otra, todo iba bien hasta que de alguna manera al pisar los cuarenta quizás por la crisis de la media edad o por la alta taza de contaminación atmosférica Sergio comenzó a sospechar que su esposa tenía: “Algo”.

No es que fuera celoso pero aquella tarde cuando llamó al sanatorio donde ella era jefa de enfermeras del pabellón “C” le habían informado que se había retirado a las catorce horas pero llegó a las nueve de la noche cansada porque el trabajo: “la estaba matando”
No le preguntó más y al otro día ella al enterarse que su marido había llamado le dijo que justo habían ido a llevar un enfermo a un CTI del interior y por eso la demora sin explicaciones.
Pero la notó nerviosa y como estaba en un período de poco trabajo como abogado se dispuso a tratar de observarla un poco más pero siempre con la suficiente discreción como para no meterse de lleno a hacer peguntas tontas como: ¿Estas son horas de llegar? O: ¿Me parece que me estás echando los cuernos mi amor?

También comenzó a notar en Nora largos momentos donde pensativa se ponía a mirar por la ventana de la cocina al patio o le perdía el hilo a algún programa de televisión e incluso a una conversación tanto con él como con un matrimonio amigo que venía seguido a la casa.

Una tarde a ella se le calló la cartera y vio un juego de llaves que no pertenecía a la casa, tampoco eran del sanatorio porque solían tener etiquetas identificatorias, tampoco le quiso preguntar pero vio que las recogió nerviosa dentro de su fiel cartera de cuero.

Por lo tanto un buen día con la excusa de irla a buscar al sanatorio, la esperó en el auto y cuando la vio abandonar el estacionamiento en su Subaru azul y tomar al norte se dio cuenta de que no iba a casa.
Bajó en un chalecito con jardín y entró utilizando llaves propias, Sergio estaba casi a media cuadra pero hubiera apostado que con las llaves misteriosas que se le habían caído. Luego de esperar por más de dos horas volvió a su hogar ahora casi convencido de que Nora tenía un amante.

Y ella llegó tarde contándole que el trabajo la tenía muerta, él sonrió y siguió mirando el partido sin ver que estaba pasando en la cancha porque su mente se iba nublando con infinidad de sospechas. Esa noche ella se acostó después de bañarse y el pensó que había demorado más de la cuenta debajo de la ducha quizás para quitarse el aroma a otro hombre.

Cuando ella quiso tocarlo pero él se hizo el dormido, Nora se dio vuelta y en el silencio de la noche Sergio creyó notar que estaba llorando pero afuera comenzó a llover y bien pudo ser engañado por el ruido exterior.

Desde esa noche en adelante pidió licencia sin sueldo en el despacho, no podía concentrarse en su trabajo como abogado y procurador porque solamente un pensamiento le rondaba la cabeza: el de la traición y luego uno nuevo comenzó a obsesionarlo: debía hacer algo.

Varias veces a la hora de comer o cuando ella llegaba tarde a la casa quiso encararla, sacudirla y preguntarle que carajo estaba pasando pero era un cobarde, lo sabía y quizás temiendo que ella lo deje optó por vengarse del tipo.
En primer lugar averiguó que el personaje era un tal Fernando Mesa y que vivía solo y que no salía mucho de casa, que tenía cuarenta y cinco años y era ingeniero o arquitecto, algo de eso.

Un sábado cuando ella se fue a dormir la siesta porque estaba de turno en el sanatorio quitó esas llaves de la cartera y fue corriendo al cerrajero de la avenida para hacer copias de las tres. Luego devolvió las originales a su lugar pensando en que la semana entrante debía ir lo más lejos posible de su casa para conseguir lo necesario para deshacerse del hijo de puta. Como no era un tipo de acción ni amante de la violencia había optado por hacer algo que si bien era riesgoso, seguro pondría fin al asunto para siempre.

Y así fue que a mitad de la semana cuando se percató de que Nora estaba de verdad trabajando, fue hasta la casa del tipo y utilizando las llaves entró, como era muy temprano en la mañana supuso que estaba durmiendo y así lo constató al asomarse a un cuarto con la puerta entreabierta. Por suerte no tenía perros.
Abrió la heladera bien provista, tomó un envase de leche y le agregó suficiente arsénico como para matar un caballo. El tipo vivía solo, Nora solamente venía a la casa y ella era alérgica a la lactosa así que no corría el riesgo de matarla, por lo pronto quizás se lo mereciera.

Dejó la casa cuando comenzaba a amanecer, a las pocas cuadras tiró la campera que llevaba y el gorro de lana a un contenedor tras percatarse de que nadie lo veía y volvió a la casa, muy nervioso por un lado pero por otro con la convicción del justiciero que ha hecho lo que se debe hacer.

Con el transcurso del día pensó en que tenía que volver y deshacer esa locura, pero también había tirado las replicas de las llaves. ¿Y si otra persona se envenenaba?
Nora llegó un poco tarde pero como siempre cenaron y hablaron de varias cosas intrascendentes hasta que un llamado telefónico sonó sobresaltando la aparente quietud del alma de Sergio.

__ ¡Se mató!, ¡Dios mío, pobre Ernesto!
__ ¿Qué pasó?
__ Mi primo que voy a visitar desde hace días y que tenía esclerosis múltiple se envenenó esta mañana. __Le dijo con los ojos llenos de lágrimas.
__ Pero… ¿Nunca me dijiste nada?
__ No te quería molestar con cosas de enfermos, vos sabes que trabajo de enfermera y no quería traerte tristezas… Pobre Ernesto, pobre hombre.
__ Si…pobre hombre. ___Dijo Sergio con la mirada perdida en la blanca pared.

FIN