Creaba el tango como ninguno
“Musicalmente su canto era una inflexión intransferible debido a su calido e indiferenciado timbre vocal, eso lo que hace detenerse a uno ante su voz y reconocer de inmediato su metal: ¡Gardel!, dice de inmediato el dueño de la memoria acústica más frágil. Su afinación era perfecta y aunque con el tiempo suaba frecuentemente el “Rubato” como corresponde a una fuerte expresividad popular era riguroso en el ritmo y lo sabía subrayar con una musicalidad certera. Ostentaba una impostación natural impecable, todas sus notas eran llenas y parejas y su voz, de pequeño volumen (lo oí varias veces directamente) corría
Como un fuego por todo el teatro o el ámbito de una sala. Cantaba convencido de lo que decía, tanto en la letra como en la música. No se “enojaba” con el texto literario, como ocurre frecuentemente con interpretes que confunden violencia con convicción. Cantaba con un brío sereno y convincente (…) Como en los grandes cantantes música y palabra eran en su canto una unidad indestructible (…) Pero todas esas condiciones pueden darse en otro cantante y sin embargo con ello no se repite a Gardel. Acaso había otra actitud más secreta: siendo igual a si mismo, en cada una de sus interpretaciones, Gardel creaba distintas condiciones sonoras y servía al texto literario adecuándose a su más entrañable sentido. De ahí su rica y variada paleta. Y ya está dicha la palabra: “Creaba”. En su campo, en su cuadro de disponibilidades era un creador y acaso no imponga tanto la admiración y la emoción como el acto verdaderamente imponente de su invención creadora”
Lauro Ayestarán, musicólogo
La Foto clásica
“En el año diecisiete, no sé por que causa, cayeron a retratarse Razzano y Gardel (…) De las últimas que yo le saqué, que son del año treinta y tres, me encargó cien copias de 18 por 24, a un peso cada una, me acuerdo como si fuera hoy…”
José María Silva, fotógrafo.
Oriental jamás
“Mirá hermano, si yo dijera aquí, en estos momentos que soy uruguayo, ahora mismo se acaba la fiesta para mí”
Citado por Eduardo Payseé Gonzáles, escritor.
De opera y con micrófono
“Le conocí en 1919 cuando debuté en el teatro Comedia de Buenos Aires, luego mi familia y yo viajamos a España cuando el fue a Paris a hacer sus primeras películas. En 1933 nos volvimos a ver. Recuerdo entonces que al llegar Gardel a Buenos Aires la prensa le criticó por cantar canciones españolas y francesas, incluso hablaron de que tenía ya poca voz, puesto que de Europa se había traído algunos “aparatos” que no eran sino un micrófono y algunos altavoces”
Erico Caruso, cantante.
Me duele ahí
“Antes se grababan discos de prueba, acetatos que servían para ver como iba a salir la grabación, y después se tiraban o regalaban. Gardel tenía un gran sentido del humor. Cuando grabamos Rosas de otoño, que dice; “Yo sufro mucho, me duele el alma”, el, muy serio y solemne, cantó: Yo sufro mucho, me duele el culo”
Gregorio Scorticati, bandoneonista.
Saludos a Cojoncio
“Conocí a Carlos Gardel con motivo de un partido de futbol que ambos presenciamos. Un partido al que yo dediqué un largo poema. Posteriormente fuimos juntos en un pequeño viaje (…) una breve excursión amable y divertida. Gardel era un hombre sano, ingenuo, afectivo, celebraba todo cuanto veía o escuchaba. Nuestro recorrido por las calles de la ciudad fue estrepitoso. Los nombres de los propietarios de las tiendas nos fascinaron. Nombres rudos, primitivos, del martirologio romano visigótico. Leíamos con delectación, sin poder reprimir la carcajada: “Pasamanería de Huibilibrordo Gonzáles; Café de Cojoncio Pérez”. Un viaje feliz, veloz, inolvidable. Mese después, ya en Madrid recibí una tarjeta de Gardel fechada en Buenos Aires. Me enviaba, con un gran abrazo sus mejores recuerdos para Cojoncio Pérez. Como a mi, era lo que mas le había impresionado en Palencia”.
Rafael Alberti, poeta.
Hacelo por la vieja
“Cuando de paz, de tranquilidad, de sosiego… cuando muchos copetines y muchas farras me han cansado, vengo a ver a mi viejecita y a su lado recobro fuerzas (…) ¡que amigos, ni amores, ni copetines, ni gloria, ni triunfos, ni burros, ni nada por el estilo, al lado de una madre! … El más modesto pucherete hecho por sus manos vale más y es más sabroso que el más caro de los platos del mejor de los hoteles del mundo… Son más agradables los aplausos del público… pero, ¿De que valen al lado de un: “Has cantado bien” de la viejecita?”
Carlos Gardel en Revista Sintonía 1930
El rana que canta
“Cuentan que una vez, siendo todavía pibe, cayó en cana por una de esas ranadas que después adquieren categoría de delitos. El comisario le clavó los ojos, adustos y fieros, escrutadores y agresivos: __ ¡Así que vos andás en cosas sucias, no bandido?
Y como él callase, muy serio, asustado, palpitando un bife o un encierro el comisario siguió: __ Bueno hablá pues hombre… Decí algo al menos…
Fue entonces que la viveza del muchacho saltó como un resorte…
__ ¡Que voy a decir, mi comisario… Pero si me deja cantar, le canto….!
Y cantó, cantó hasta que la comisaría se llenó de gente; gente que después cuando el chingolito no dio mas, le llenó la gorra con chirolas”
Last Reason, periodista.
Cada día mejor
“Es la única figura en toda la historia de la humanidad que ha mantenido su total vigencia a 61 años de su muerte. No hay político, deportista, artista, científico que haya podido sobrevivir al tiempo. Gardel lo ha permitido”.
Nelson Bayardo
Cuestión de peso
“He pasado mucho tiempo haciendo gimnasia para conseguir mantenerme en un peso adecuado. Me interesa mucho el cine y no hay cosa más terrible que un artista obeso en la pantalla, sobre todo si es un galán, que es mi línea de trabajo.
Carlos Gardel
Por “Zetenta pezos”
Mucho se ha dicho sobre el debut de Gardel y Razzano. Alguien nos ha contado la siguiente y sabrosa anécdota:
Gardel y Razzano se encontraban cantando en el Armenonville en rueda de amigos.
Se acercó el gerente, buscando hablar con alguno de ellos.
Le salió al encuentro Razzano.
__ Díganme. ¿Ustedes tendrían inconveniente en trabajar aquí?
__ Y…, todo ez cuestión de arreglar. __ Respondió Razzano con su zeta proverbial.
__ Bueno, vea a ver si les conviene setenta pesos.
__ Voy a conzultarlo con Carlos. __ Dijo Razzano y retornó junto a su compañero.
__ Che. __ Dijole al hallarse a su lado, en tono bajo __Noz ofereze zetenta pezos.
__ ¿Cada cuanto? … Inquirió Carlos.
__ No zé.
__ Preguntale…
Y vuelta Razzano a verificar cada cuanto tiempo podían percibir los setenta pesos.
La sorpresa fue al regreso.
__ ¡Viejo! … Dize que los zetenta pezos zon por día!
__ Decile que por setenta pesos, le atendemos hasta el guardarropas __ Inquirió Carlos.
Y así comenzaron a ganar sueldo, los “Ases” de la canción popular.
Revista Gente
Material escaneado y textos provenientes del suplemento especial: Protagonistas, Historias del pasado reciente de la revista 3 N° 73 del viernes 27 de Junio de 1997