La televisión se puede apagar…
Por: Darío Valle Risoto
Técnico en Comunicación Social.
El título de este artículo remite a la respuesta de un profesor en el curso de comunicación social ante un alumno que airado despotricaba en contra de la mala programación de la tv, su publicidad, etc. Estábamos a principios de los noventa y aún no había llegado la posibilidad de internet al país, al menos con la profundidad de hoy día y ni hablar de los dispositivos móviles que llamamos “teléfonos celulares” pero obviamente son mucho más que eso y por lo tanto quizás había una mayor dependencia por la televisión en aquellos días.
La cosa es muy sencilla, “al menos por el momento” nada nos obliga a ser espectadores de algo y de nosotros es la responsabilidad de serlo o no. Recuerdo muy bien que a poco de mudarse mi compañera a casa allá por el 2004 se quedó asombrada de que en la tv cable no tuviera los cuatro canales abiertos de mi país: Uruguay, a saber: los canales 4,10 y 12 privados y el 5 que es estatal. Le dije que los había bloqueado y para que los “disfrute” los volví a poner en plantilla, el caso es que mi estimada compañera se molestaba bastante porque cada vez que quería ver algo en estos canales yo me retiraba de la habitación.
La explicación es muy sencilla, esos cuatro canales tienen una forma de comunicación y una política que no me agrada y el solo hecho de presenciar la gran mayoría de sus programaciones y ni hablar de su copiosa publicidad, me resultan un enorme insulto a mi inteligencia. Por lo tanto prefiero ver películas o series que yo elija o en el tema noticias cuando sobrevino el internet muy de vez en cuando veo RT el canal ruso de noticias o en su defecto “Telesur” y tal vez recientemente vea de vez en cuando “Tv Ciudad” que es un relativamente nuevo canal abierto en mi país pero que desde la intendencia (Ayuntamiento, alcaldía) emite una programación orientada a la cultura y obviamente con un sesgo de izquierda aunque muy moderado.
Con la radio suelo escuchar todo el día “Babel FM” que es una de las tres radios estatales pero que solamente imparte programación musical orientada a lo clásico, la música étnica, etc. Porque raramente hay o hubo programas de radios “abiertas” que me enganchen, quizás porque yo mismo hice radio en radio comunitaria es que me siento generalmente soportando músicas y locuciones que no van con mi gusto prefiriendo en todo caso poner solo música.
La excepción a la regla es escuchar: “La venganza será terrible” histórico programa argentino conducido por Alejandro Dolina pero igualmente suelo escucharlo un tiempo y me tomo largos descansos.
La paradoja del asunto es que luego de recibirme en 1994 de “Técnico en comunicación social” me he vuelto híper crítico al punto de que no puedo olvidar a una de mis alumnas cuando di clases en la biblioteca Carlos Roxlo que me dijo: “__Profesor, ahora no puedo mirar nada sin analizarlo”. Le contesté que ese es el precio de generar una conciencia crítica. Perdemos la ingenuidad y nos plantamos frente a los medios viendo que esconden estos detrás de las cortinas de sus espectáculos y escenas casi siempre frívolas o sobredimensionadas.
Recuerdo aquella vieja adicción que teníamos de chicos por ver televisión todo el tiempo y cambiar de canales buscando algo que nos guste perdiéndonos a veces la posibilidad de apagar el aparato y ponernos a leer, dibujar y porque no a conversar con nuestra familia. En épocas de dictadura la televisión comenzaba en Uruguay a las cinco de la tarde, la más disgustada con esto era mi madre, yo me ponía a dibujar o a leer comics y la iba pasando pero mi madre era una autentica fan de cualquier tipo de programa y el resultado era que manejaba un pensamiento conservador de derechas producto de consumir tanta basura mediática al punto de que me llevó años intentar que comprendiera que los canales obedecen a intereses comerciales y a la defensa de un status quo capitalista y por ende contra las clases populares.
Le explique por ejemplo que las telenovelas reiteraban una y otra vez el cuento de la cenicienta donde la empleada doméstica o chica pobre de turno invariablemente termina casándose con el hijo de sus patrones que como príncipe azul la lleva al altar en el último capítulo de un largo periplo que incluye villanos estereotipados, traiciones, equívocos y miradas fijas a la pantalla como para generar en nosotros la idea de que somos parte del cuento.
Poco a poco fue comprendiendo que la mayoría de los programas parten de la idea errónea de que los comunicadores están por encima del público y que estos son tan idiotas como para creer que todo lo que ven en la tele, escuchan en la radio o leen en los periódicos o revistas es cierto. En definitiva los medios masivos de comunicación defienden sus propios intereses y no los nuestros y ni siquiera de las mayorías sino que obedecen a una minoría adinerada y a una casta privilegiada de grandes comerciantes, banqueros, publicistas y políticos con un fuerte sesgo conservador de derechas. Y aún dentro de supuestos programas más o menos transgresores encontraremos que no se pretende cambiar ninguna estructura social para mejor sino mantener la que ya tenemos.
Hoy día los programas de radio y tv están poblados de estúpidos payasos que se hacen los cómicos o pretenden serlo, de seudo periodistas que nada investigan sino que se nutren mayoritariamente de los rumores en las redes y todo esto siempre en la persistencia que escribí antes de esa absurda idea de que el comunicador está por encima del público cuando en realidad si no hay comunicación horizontal y lineal tratando de mantener de la mejor manera posible la objetividad solamente estamos frente a operadores serviles al sistema.