La Tortuga Triste
Por: Darío Valle Risoto
Carlos llegó cansado del taller, afortunadamente era sábado y tenía el fin de semana para reponerse del duro trajín de arreglar todo tipo de vehículos. Entró, saludó a su esposa y preguntó por Carlitos.
__ A ver si atendés a tu hijo porque se levantó insoportable y lávate las manos que ya está la comida. __Le dijo Isabel a la vez que Carlitos venía caminando chueco igual que su padre sosteniendo delante de su cara algo entre ambas manos.
__ ¿Qué pasa enano?
__ Florencia está triste. __Le dijo a su padre sosteniendo la tortuga con rostro compungido y tratando de que la viera lo mejor posible mientras el reptil pataleaba en el aire.
Carlos comprendió que él: “Tu hijo” era habitual en Isabel cuando se quería sacar un peso de encima.
__ Déjala en el piso que a las Tortugas si las levantás les da vértigo y se mueren.
Entró a lavarse las manos al baño mientras desde la puerta abierta observó que Carlitos la dejaba en el piso y la pobre enfilaba para el lado del jardín.
__ ¿Y como sabes que está triste tu tortuga enano?
__ ¿Le viste la cara? Está igual que cuando le decís a mamá que te vas a ver a Peñarol o cuando te metes en la cama sin bañarte o cuando vienen tus amigos a jugar al truco los sábados o cuando…
__ Si, si, ya entendí y… ¿Qué quieres que haga?
Carlitos es como la versión en miniatura de Carlos, por eso le dicen: “Carlitos” cuando en verdad se llama: “Sebastián” y ya ni el mismo se acuerda, es igual de aspecto que su padre, como un Carlos Fernández en miniatura pero heredó lo pesado de Isabel Segovia su madre.
__ Necesita compañía, otra tortuguita para que estén juntas y sean amigas, para no estar triste o sino otro bichito para que se hagan amigos.
Carlos se secó las manos y miró a su hijo que trataba de convencerlo de ayudar a su mascota y comprendió que tenía por delante otro fin de semana de esos.
Isabel sirvió los tallarines y Carlos sacó la coca cola de la heladera y el vino de aparador, le quedaba poco, Carlitos se sentó pero miraba al jardín donde entre los pastos se movía una especie de piedra que no era otra cosa que el caparazón de Florencia. Por un momento a Carlos se le ocurrió que sí, que tenía cierta melancolía en el tranco, una especia de andar desanimado muy poco habitual en su habitual alegría y nerviosismo.
__ ¿Y qué vamos a hacer? __Le preguntó su esposa mientras le alcanzaba el queso rallado y miraba a Carlitos de reojo.
__ ¿A qué se refiere mi amada consorte?
__ No te hagas el boludo, me refiero al asunto de la tristeza de la tortuga de tu hijo.
El horno no estaba para bollos.
__ Si papá, ¿Qué pensás hacer?
__ Bueno, dado que tu mamá, vos y creo que también Florencia están confabulados para arruinarme el almuerzo y posteriormente el fin de semana, creo que después de comer voy hasta la veterinaria de Garzón a ver si tienen una tortuguita que le levante al animo a esa piedra con patas.
Y todo fue tranquilidad más o menos por veinte minutos pero cuando Carlos pensaba ir a sentarse al fondo su esposa y su hijo lo pusieron al corriente de sus obligaciones y allí se sacó el mameluco, se lavó la cara y se vistió más decentemente para ir a la avenida a buscarle compañía a la entristecida Florencia.
__ Buenas tardes.
__ Pse
__ ¿Tienen tortugas?
__ En la panadería.
__ Precioso chiste, me refiero a tortugas vivas, de las de tierra, no las de agua, como la que les compré el año pasado.
El dependiente levantó la cara de su revista Condorito y miró a Carlos como si fuera un científico lo sacaran de una investigación que deparara la cura de todos los males del mundo.
__ No tenemos tortugas, buenas tardes, que lo pase bien.
__ ¿Y que tienen?, Disculpe que lo saque de tan interesante lectura, le aviso que al final Condorito se casa con Garganta de lata.
El dependiente cerró la revista, lo miró con un dejo de odio y dio la vuelta el mostrador llevándolo donde tenían mascotas para la venta.
__ Tenemos este Pitbull que solamente ha mordido a tres personas el último mes, también a una pareja de Coballos: No “caballos” sino “coballos” o cuises o conejillos de Indias, como usted prefiera pero no se pueden separar porque se mueren, también tenemos una cacatúa azul del Brasil pero si es para su hijo no sirve porque dice muchas malas palabras en portugués, en español y creo que también en polaco.
Carlos miró al flaco que evidentemente no solo tenía cara de nabo sino que además se creía vivo y eso comenzaba a molestarle.
__ Mi querido, quiero un animalito que se haga amigo de la tortuga y no se la coma como el perro o la insulte como esa cotorra azul, uno chico y que no rompa los quinotos ladrando o teniendo crías como esos cuises que ya están montaditos uno sobre el otro.
El muchacho se rascó la cabeza y lo llevó hasta las peceras.
__ Tenemos oferta de peces dorados a solo doscientos pesos y le damos una pecera circular de regalo además de dos bolsitas de lombrices para que le dé de comer y una revista: “El Pescador Anónimo” con una entrevista al presidente Tabaré Vázquez.
__ ¿Te parece que un pececito se puede hacer amigo de una tortuga triste?
__ Como dijo Alberto Einstein: todo es relativo, tal vez si, tal vez no, yo que mierda sé.
Y un rato después partió Carlos con una caja conteniendo la pecera con un pez dorado dentro mientras el muchacho de la veterinaria volvía a leer su Condorito caliente porque le habían espoileado el final.
__ ¿Qué trajiste papá? ¿Qué trajiste? __ Saltaba Carlitos frente a su padre que casi pierde la caja de entre las manos mientras Isabel que ya había limpiado la mesa lo miraba con rostro inquisitivo.
El caminó con movimientos triunfantes y depositó la caja sobre el mantel de plástico decorado con naranjas y zanahorias y tras abrirlo sacó como si se tratara de algo muy delicado la pecera con su contenido de pez dorado, más agua.
__ ¡Vos estás demente! __ Sentenció Isabel.
__ ¡Qué bueno papá! ¡Un tiburón! __Se alegró Carlitos que acercó su nariz ñata casi hasta tocar la pecera mientras el pececito también lo miraba con sus ojos saltones desde dentro.
__ Es un pez dorado mi querido enano y no, no estoy loco mi amor sino que no había nada mejor que esta cosa que viene con pecera de regalo y comida y hasta me regalaron una revista.
__ ¿A vos te parece que Florencia se puede alegrar siendo amiga de esta cosa dorada que solo da vueltas y vueltas?
__ ¿Y yo que sé?
__ ¡Florenciaaaaaa!
__ No la llames enano porque nunca viene y si te hace caso va a demorar una semana y papá se está poniendo viejo rápidamente, mejor la traes y le presentas al bichito este.
Carlitos volvió con Florencia otra vez entre la manos y pataleando en el aire, la puso sobre la mesa justo delante de la pecera mientras sus padres tanto como él se quedaron unos segundos en silencio para ver qué pasaba.
__ Me voy a preparar el mate. __Dijo Carlos.
__ Me voy a mirar los dibujos animados. __Pronunció Carlitos.
__ Esta casa es un manicomio. __ Aseguró Isabel mientas volvió a la cocina.
__ ¿Y vos que sós?
__ Un pececito dorado, me llamo Doscientos cuatro.
__ Nombre raro che, yo me llamo Florencia y estaba triste.
__ ¿Te sentías sola?
__ No, estaba triste porque soy una tortuga. ¿Alguna vez viste una tortuga alegre?
__ Buena pregunta.
Dijo el pececito, mientas comía dos lombrices que descansaban en el fondo de su pecera circular.
FIN