Enredados en las redes sociales
Relaciones simbióticas
Por: Darío Valle Risoto
Como quién diría: “De la noche a la mañana” vimos que el paisaje urbano ha cambiado y las relaciones interpersonales también y mucho y todo por esos maravillosos dispositivos que no alcanzo en alabar llamados: “dispositivos celulares” o “Teléfonos inteligentes”
Porque debemos reconocer y darnos cuenta de que las tecnologías son herramientas que nos dan confort siempre y cuando no nos obsesionemos con ellas y muy especialmente si hablamos de dispositivos para la comunicación.
Pero lamentablemente entre tantas nuevas palabras ya hay acuñados varios términos para referirse a diferentes enfermedades o no tanto o quizás solo “manías” que sufren muchas personas que han generado una suerte de relación simbiótica con sus dispositivos móviles.
Hace poco un señor que viene a cobrarme los gastos comunes al ver que también tengo un celular inteligente me dijo que estaba a punto de divorciarse porque su esposa no se separa de su móvil en todo el día y solo le pude decir: Eso sí que es un problema.
El tema me preocupa, sé que soy un tipo raro, por ejemplo: no me gusta sacar el celular en el colectivo y mucho menos lo miro si voy caminando por la calle, si recibo una llamada la contesto detenido y trato de ser breve si estoy rodeado de gente porque no me gusta que me escuchen hablar de temas personales por más triviales que estos sean.
Fundamentalmente creo que la comunicación preponderante entre las personas es cara a cara y que bienvenido sea poder conversar o chatear con alguien al otro lado del planeta e intercambiar información, lo que sea pero me gusta hacerlo con la mayor discreción a diferencia de mucha gente.
Un aspecto que me produce cierta preocupación o a veces ganas de reírme es notar la incapacidad de las personas, no importa su edad, cuando van en el colectivo por estarse sin mirar sus dispositivos, a veces cuento los segundos que demoran luego de guardarlos en sus bolsillos para sacarlos de nuevo y el promedio es de unos diez segundos. Otro aspecto que está emparentado con la negligencia es la incapacidad de dejar de lado los móviles aún cuando sus vidas corren riesgo, es decir: al cruzar las calles, al subir o bajar a un colectivo, etc.
Y por cierto que resulta absolutamente increíble y fabuloso tener a mano una cámara fotográfica, una grabadora de voz, un teléfono, etc. en síntesis: Un ordenador móvil que nos posibilita abrir una ventana de comunicación con el mundo entero de forma barata, inmediata más no del todo discreta.
Aceptemos de una buena vez que todo lo que hacemos con nuestros dispositivos y vuela por esa ignota nube de información es pasible de ser tomada por alguien y/o por diversa cantidad de programas que ya a estas alturas saben más de nosotros que nosotros mismos y eso en determinados aspectos que conciernen a nuestra libertad es un riesgo enorme.
En lo cotidiano como un hombre de ya cierta edad que ha vivido la mayor parte de su vida con mucha menos tecnología que las nuevas generaciones vivo entre el asombro de disfrutar de tanto portento tecnológico y la prudencia del viejo desconfiado que sigue pensando en que la gente que se puede tocar, oler, besar y hasta golpear es la de verdad y que todo lo virtual puede ser muy bueno pero es virtual y por lo tanto lo suelo poner más del lado de los dibujos animados que de mis amigos del boliche.
Que la gente “de la noche a la mañana” esté obsesionada con sus celulares, que no pueda desprenderse de ellos, que no pueda soltarlos, es un síntoma de aspectos psicológicos no resueltos del todo que encontraron una fabulosa compensación en este bártulo mágico que les da la seguridad de tener millones de amigos, recibir miles de noticias o reírse de bromas de todo tipo mientras… la vida transcurre a su alrededor.