Si los oídos tuvieran párpados
Por: Darío Valle Risoto
Lamentablemente los oídos no tienen parpados, esto sin duda se debe a la necesidad de preservación de la especie ya que la capacidad de escuchar nos mantiene alertas desde tiempos prehistóricos ante los sonidos que presagiaban algún peligro, pero en estos tiempos modernos significa vivir a merced del gusto musical de quienes nos rodean.
Si pudiéramos “cerrar” nuestros oídos podríamos evitar el mal gusto de los musicalizadores desde el comercio habitual al que vamos hasta el colectivo, nuestro barrio, las mismas calles con esos pelotillas con los automóviles equipados cual discotecas ambulantes y hasta nuestros ámbitos de trabajo.
Tratar de solucionarlo significa ir enganchados con auriculares escuchando la música de nuestro gusto, esto siempre y cuando vayamos solos, porque si estamos acompañados quedamos a merced del disk jockey de turno. Recuerdo más de una vez estar donde me era difícil seguir una conversación con alguien con ese: “Chiquichi chiquichi” regettonero de fondo. Porque desde luego que no habrá música culta a nuestro alrededor sino que invariablemente saldrán del fondo del tarro de la incultura los ritmos que parece que son. “Divertidos” para la gente y que todos consumen cual mantra de la des-cerebración masiva.
Vamos por partes: Cada persona es libre de escuchar aquello que prefiera y estoy bien con eso, pero a lo del principio: “Los oídos no tienen párpados” y por lo tanto espero que tengan consideración tanto comerciantes como conocidos para este humilde melómano que ama escuchar de todo pero dentro de los límites de lo musicalmente admisible y no: M.P.M. (Sigla de mi factura que significa: Música para monos)
Tenía un amigo amante del rock como yo, iba bastante seguido a la casa hasta que de un día para el otro el tipo comenzó a escuchar música tropical y trataba de compartirla conmigo, por supuesto que jamás volví a su casa. Hasta allí llega mi amor por la música y lo que esta representa en mi vida. Desde luego que cuando tengo visitas trato de no torturarlos con por ejemplo: “Cannival Corpse” o cosillas por el estilo, todo por una regla simple y llana de ser considerados con nuestros semejantes y no someterlos a nuestro gusto.
La música que escuchamos tanto como aquello que leemos o la forma de vestirnos nos identifica, dan una muestra real de nuestro nivel intelectual y de cómo vamos por la vida. Es indudable que nuestro nivel educativo y nuestra formación nos hacen determinar que consumimos en los aspectos antes mencionados, pero también lo que consumimos señala y condiciona nuestra forma de ser. Las manifestaciones artísticas todas son la muestra de lo que nos interesa y define y por sobre todas las cosas nos conmueve y si encontramos: “Diversión” en letras tipo: “La Pocha es una perra”, creo que estamos en verdaderos problemas.
El viernes fui a sacar cientos de fotocopias a un local y tras esperar un buen rato le preguntó a uno de los chicos si siempre trabajaban escuchando “ese tipo de música” y medio se disculpó alegando que la ponían los demás pero que era divertida, a lo que le contesté que a mi me resultaba muy triste… en fin. Era una mescolanza de esos grupos de soft reggaeton juvenil con canciones la mar de tontas. Viendo mi tatuaje de Motorhead me dijo que ya veía lo que yo escuchaba y le contesté que si pero que no obligaría a nadie a hacerlo si tuviera un comercio.
Que los medios masivos de comunicación están dirigidos a una mentalidad promedio de unos diez años no es cosa nueva, esto se advirtió alrededor ya de los años cincuenta cuando proliferaron bandas de rock que solamente repetían determinadas frases sin ton ni son pero musicalmente enganchaban a las audiencias, de allí en adelante la bajada ha sido constante, al punto de que en el Uruguay de las orquestas tropicales de antaño ya de por si bastante cuestionables se ha llegado a los grupos autodenominados de “Cumbia pop”, “Cumbia cheta” o “Regaetton” donde la propuesta parece ya no estar dirigida a audiencias masivas de diez años sino de diez meses. Pero si venden y bien, la cosa les funciona.
Generalmente tengo algunas discusiones sobre música con gente de todos los gustos, aunque discrepe con algunos conocedores de esta, siempre prima mi respeto por aquellos productos que tienen determinado nivel artístico, digamos: “Complejidad”, aunque no me gusten, me sobran los ejemplos y tengo también un gusto ciertamente bizarro por algunas propuestas que en otras épocas deploré pero que hoy día me despiertan una sonrisa. De todas maneras las guardo para mi ámbito privado y nunca lo difundiría.
Por lo tanto me asombra la tendencia de gente vulgar que logra cierta satisfacción onanista en difundir su paupérrimo gusto musical entre los que les rodean tanto en su barrio, el colectivo, desde su coche, el trabajo, etc. Eso me pone siempre al borde del asesinato masivo porque realmente me pone mal la falta de respeto y la imposición. Cómo le dije a un compañero de trabajo que ponía la radio a todo trapo con un programa donde un estúpido a los gritos hablaba con la gente sobre sus cosas amorosas. ¿Para qué colectivizar tu mal gusto?
Ha venido gente a casa y si voy a poner música les pregunto que quieren escuchar, tengo casi de todo menos de aquello de lo que acabo de mencionar porque aunque bastante infantil en otros gustos artísticos, en lo musical quiero disfrutar con productos con cierta complejidad desde el tango, el rock, heavy metal, New Age, electrónica, música celta, clásica, étnica, folclórica, blues y muchos otros estilos donde puedo sentir que me respeto a mi mismo y a los demás.