La casa y Amanda

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La casa y Amanda
Por: Darío Valle Risoto

Mi novia Amanda tenía un vínculo muy estrecho con la casa de sus abuelos. La casa era enorme y alguna vez supo ser el corazón de un gran espacio habitado por árboles y plantas pero terminó asfixiada entre edificios modernos que la fueron cercando como gigantes hambrientos de modernidad y brillo.

Era de tres pisos de alto, cuatro si tomamos en cuenta las dos torres y el ático que ocupaba todo lo largo y ancho del techo y que Amanda temía tanto como el sórdido sótano donde se guardaban muebles viejos y recuerdos más antiguos aún.

Tres arcadas daban paso a la puerta principal que se veía en medio a dos aguas y con una aldaba con forma de mano para golpear para ser atendido, las otras dos arcadas adornaban amplias ventanas de rejas con dibujos de hierro que mostraban ángeles y enredaderas.

Había un salón o hall de entrada con más de cien cuadros que llegaban a los techos altos, todos retratos familiares de un árbol genealógico iniciado en Europa que supo pasar por México y terminar en Uruguay. Los Mendizábal – Pereda eran una familia que hizo su dinero con la venta de esclavos en el siglo dieciocho pero se ufanaban de una solides cristiana y un abolengo de rancia estirpe taurina.

El salón tenía una doble escalera que anunciaba pisos altos con habitaciones interminables de techos abovedados, empapeladas desde sus pisos de madera a sus cielos rasos y con muebles que deberían valer una fortuna amén de lámparas de oriente y ropa de cama de finas telas de Turquía.

Amanda pasaba sus vacaciones allí y dormía con la luz prendida lo que no evitaba que sintiera todos y cada uno de los ruidos de esa enorme casa que como un siniestro castillo parecía devorar a quienes se tomaran el atrevimiento de vivir allí. Pese a todo le encantaban aquellos vitrales cristianos cuando solía ir a jugar a la pequeña capilla que se encontraba entrando a la izquierda antes del acceso al sótano que también le despertaba un terror dérmico.

El salón era a su vez comedor, sala de lectura y en el sector derecho una biblioteca de miles de libros, en su mayoría de crónicas de viajes o tratados de biología y medicina. La casa por fuera y por dentro supo ser blanca pero se fue tornando gris a más de cien años de existencia. Cómo grises se fueron pintando los pensamientos de sus cada vez más escasos ocupantes hasta que la abuela murió, la escasa servidumbre se fue y por fin quedó librada al abandono contemporáneo tan habitual en una sociedad que se reciente de su historia.

Cuando Amanda cumplió los once años se animó a subir a una de las torres y con espanto comprobó su aterrador museo de mascotas disecadas incluyendo a “Sultán” el Bóxer que tanto había amado y ahora entre aves, gatos y monos parecía el rey de un mundo inmóvil y silencioso.

La otra torre no era menos porque atesoraba miles de vestidos de diferentes épocas y dos maniquíes que parecían mirarla de arriba abajo con quien sabe que tortuosas intenciones. Demás está decir que jamás volvió a visitar las mismas.

La casa tenía sus ventanas enrejadas, bajorrelieves extraños coronaban la azotea con formas de gárgolas, ángeles desnudos y monstruos marinos, según ella las habían traído de Italia y las había esculpido un artesano loco que después se mató prendiéndose fuego en una buhardilla de París.

Nunca llegué a conocer la casa pero cada detalle hizo carne en mi ya que Amanda nunca pudo desligarse de su recuerdo, algo le había pasado allí además de lo que les cuento que la había marcado para siempre. En el año mil novecientos noventa y dos fue finalmente demolida y hoy en esa esquina donde respiraron sus muros yace un gran edificio de ladrillos con una moderna entrada y una cochera fabulosa.

Suelo pasar por allí y no puedo olvidar a Amanda que murió tiempo después que la casa y me suele pasar a menudo que al mirar donde estuvo esta construcción me parece verla entre las brumas de la memoria o habitando una dimensión donde nada se destruye sino que pervive para siempre.

FIN

En este caso en el taller de escritura abordamos el tema de las descripciones y se nos pidió un relato indirecto que describa algo, elegí una mansión porque siempre me han atraído estas construcciones que suelen detener mi mirada cuando sueño con vivir en una de ellas a pesar de que en el relato no podría ser muy lindo que digamos. Me cuesta bastante más describir que narrar situaciones, no puedo describir largas carillas como otros escritores porque me interesa más que el relato «se mueva», pero solo son estilos.

 

Uruguay: El retorno de los Hidalgos

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Uruguay: El retorno de los hidalgos
Por: Darío Valle Risoto

Las cifras de las muy recientes elecciones parecen asegurar el triunfo de la derecha uruguaya mancomunada bajo el liderazgo del hidalgo Luis y acompañado con toda la gama de grises de los otros partidos de la derecha, desde los genuflexos independientes al partido militar. Cómo nueva colcha de retazos se unen porque tienen más puntos en común que discrepancias y conforman lo que el periodismo vernáculo tradicionalmente chupacabras uruguayo llama: ¿Coalición Multicolor?

Medio vaso lleno o medio vaso vacío, el frente casi rasguñando el cincuenta por ciento del electorado tras un tercer gobierno no es pavada sobretodo porque no debemos olvidar los temas de: Sendic, Pluna, El gasoducto, La mina a cielo abierto y otros temas que estos medios derechistas se han encargado de mencionar todo el tiempo y mucho más olvidando por supuesto que estos tres gobiernos han dado un salto en justicia social nunca antes visto en estas tierras.

Claro que debe haber peones rurales que quieren trabajar catorce horas cobrando una miseria y empleadas domésticas que prefieren estar en negro y jubilarse para morir en una salud púbica desatendida y que se cae a pedazos. La ignorancia es prima hermana del masoquismo y no es nuevo que el esclavo con esa suerte de síndrome de Estocolmo termine votando al amo.

El milico cuartelero que ahora cobra un poco más se debe a sus oficiales y a esa noción casi celular de que todo civil es una mierda, la patria es la madre y el padre es su fusil y las ganas de cagarse en la democracia.

El pobrerío como muchos indios cree en dios, ese dios blanco europeo y judío que nos enseña en ese librito que la mujer no es nada, la autoridad debe respetarse y que los nenes no deben ir a la cama con los nenes. El pobrerío se divide entre los que tienen conciencia de clase y el triste fan del reggaetón que solo quiere perrear una vez por semana y afirma que todos los políticos son iguales para terminar votando a los más cajetillas de puro vivo que es.

Hay obreros que detestan los sindicatos, no van a una asamblea ni locos pero tampoco han rechazado un aumento de sueldo gracias a los consejos de salarios que ahora se van a ir a la mierda. Hay jubilados que odian a los comunistas porque les van a sacar sus tierras, las tierras de sus macetas y tal vez hasta les roben los gajitos de ruda para la suerte. Hay de todo en este mundo que contiene muchos mundos.

Hay anarquistas que votan en blanco o anulado porque se niegan a entrar en el juego electoral y a menos que ahora estén trasladándose a un mundo paralelo como un servidor tendrán que sufrir lo que se viene que no es bobada muchachos.

Viví 42 años dentro de gobiernos de derecha: colorados, blancos y dictadura. Siempre comiendo salteado y contando los pesitos en el bolsillo, viví trabajando como burro y cobrando mal, en ambientes de mierda con cero derechos. Viví en una ciudad homofóbica, misógina y aporafobica que aún lo es pero hay suficientes indicios de que esto gracias a los gobiernos del Frente Amplio comenzaba a cambiar y gobierne quien gobierne lo seguirá haciendo. Solamente en los últimos quince años llegué con plata en el bolsillo a fin de mes y no fue gracias ni a dios ni a mi patrón sino a los consejos de salarios que por primera vez funcionaron democráticamente.

Habrá que estrechar filas y tratar por sobretodas las cosas que los ignorantes adquieran conciencia de clase, que no sigan votando a sus opresores y/o explotadores, que comprendan que la izquierda no es perfecta porque siempre hay un horizonte al que caminar y todo puede profundizarse y mejorar un poco más. Habrá que estar alertas porque ellos saben muy bien que tuvieron que amucharse para ganar pero que están entre lobos, ellos saben que de un momento a otro se van a terminar matando por ese poder que siempre será circunstancial.

PD: Una frase que siempre me decía mi madre desde niño:

«El rico vive del pobre y el pobre de su trabajo»

Había una vez en Hollywood: Tarantino sigue siendo un genio.

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Había o Erase una vez en Hollywood
Por: Darío Valle Risoto

Película muy largamente esperada del escritor y director Quentin Tarantino que cumple absolutamente con todo lo que podemos esperar de su genio indiscutido por más que haya gente que no guste de su trabajo o no llegue a comprender su particular gramática tanto en lo visual como en los diálogos entre sus personajes.

En este caso podemos calificar de muchas maneras a esta historia que transcurre en Los Ángeles en 1969 y aborda la relación de trabajo y amistad entre; Rick Dalton un actor que se está viniendo a menos y Cliff Booth su amigo que a la vez actúa como su doble de riesgo, chofer y se dedica a de todo un poco como su empleado.

Como es habitual la fotografía es exquisita y por tratar del mundo del cine y también de la televisión de aquel año tan particular para los estados unidos y el mundo tenemos por cierto que continuos repasos en lo musical y por sobretodas las cosas una ambientación sublime de aquellos tiempos tan locos donde el asesinato de la actriz Sharon Tate por parte de los dementes seguidores de Charles Manson aterró a los vecinos de Hollywood y del mundo. Bueno: Ya suficiente terror tenían con Viet Nam.

Margot Robbie interpreta a Sharon Tate la que aquí salvo la escena en que va al cine a ver una película con ella como actriz en realidad aparece como una protagonista tangencial como toda esa historia que la involucrará pero con un final muy sorpresivo, muy Tarantino lo que es como repetir lo mismo dos veces.

Hay así también un despliegue de personajes muy recordados: Al Pacino interpreta a un famoso productor, tenemos un par de escenas con Bruce Lee y a Stevie McQueen dentro de una especie de gran conglomerado de época que nunca decae pese a las casi tres horas de película, lo que en estos tiempos de exageradas duraciones suelo criticar pero aquí cada segundo vale la pena.

Para mi sorpresa tenemos a Margaret Qualley haciendo un pequeño papel de niña hippie con una escena en el auto con Brad que está muy buena pero en general solamente es otra parte de una comparsa donde solamente todo está armado para el enorme lucimiento de esta excepcional pareja de actores bien parecidos, carismáticos y sumamente talentosos.

Obviamente le podemos criticar que es una película absolutamente yanqui de pies a cabeza, no se trata de otra cosa y tal como muchas buenas obras de ese estilo es una mirada de “entrecasa” para los Estados Unidos que a nosotros a pesar de estar adiestrados en su cine desde la cuna por momentos quizás nos resulte demasiado: Gringa… por decir algo.

En síntesis hoy acabo de verla para escapar de esta vorágine de las elecciones en el Uruguay donde le escapo absolutamente a esa demente cobertura peridodistica de los lugares de votación y de los políticos sacándose fotos con un sobre en la mano para no despertar en mí: sentimientos genocidas.

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Bella Ciao

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Esta mañana, me he levantado,
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!
Esta mañana me he levantado y he descubierto al invasor.

Oh partigiano, me voy contigo,
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!
Partigiano me voy contigo porque me siento aquí morir.

Y si yo caigo, en la guerrilla
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!
Si yo caigo en la guerrilla, te dejaré mi fusil.

Cava una fosa, en la montaña,
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella ciao!
Cava una fosa en la montaña, a la sombra de una flor.

Así la gente, cuando la vea,
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!
Así la gente, cuando la vea, gritará ¡REVOLUCIÓN!

Esta es la historia, de un guerrillero,
¡Oh bella ciao! ¡Bella ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!
Esta es la historia de un guerrillero, muerto por la libertad.

Mi Abuela Nina (Cuento)

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Mi Abuela Nina
Por: Darío Valle Risoto

Aunque la familia se opuso cumplí con lo pactado y no le hicimos velorio a la abuela. Ella lo había aclarado especialmente, quería que la cremaran y nada de velorios, a otra cosa. La Abuela Nina era una mujer práctica e inmensamente racional entre otros muchos méritos. Murió a los noventa y cuatro cuando yo apenas cumplía cuarenta jóvenes años… supongo que suficientemente jóvenes.

De todas maneras hubo una especie de trampa porque el sábado siguiente a su deceso nos reunimos en la casa de Laura con algunos de sus amigos y compañeros de clase para recordarla, conversar y tomarnos algo con suficiente alcohol como para sentirnos mejor y peor como suele pasar en estos asuntos.

Tengo una familia numerosa pero la abuela siempre estará a la cabecera de la mesa familiar donde el resto lo componen un montón de gentes extrañas, personas raras, normales, aburridas, criticonas, desmesuradamente cotidianas y aburridas…si, si, ya sé que lo anoté antes pero es que se merecen los dos: aburridos.

Mi madre no parece su hija, mi padre no parece mi padre y mis hermanos creo que fueron abandonados por un planeta donde temían que la estupidez fuera contagiosa y a menudo cuando nos juntábamos los domingos a almorzar nos mirábamos con la abuela y comprendíamos que éramos de otra galaxia.

A sus setenta años probablemente repodrida de ver telenovelas junto con mamá o de escuchar los insufribles comentarios de futbol de mi padre, decidió volver a estudiar en el liceo nocturno y retomar así aquel primer año que por cuestiones económicas debió abandonar hace como chorrocientos años.

Una noche llegué a casa y mi madre lloraba y mi padre movía la cabeza de lado mientras miraba los comentarios deportivos en canal diez, si hasta parecía que alguien se había muerto y todo porque la abuela se había anotado en el liceo y les daba la noticia con una sonrisa de oreja a oreja.

Claro que me había parecido magnifico, me parecía la gloria que casi estuviéramos en el mismo curso con Nina y pudiéramos intercambiar apuntes y cuentos de las clases, lástima que le tocaba otro liceo, porque hubiera estado bomba entrar al instituto junto a esta mujer maravillosa. Yo también había retomado el liceo ya mayor por cuestiones económicas, pero claro que no tan grande como ella.

Contra la mala onda de mis viejos la abuela se habituó rápidamente a las clases, claro que al principio una señora de setenta era raro hasta en el turno de gente grande, quizás por aquello de que no le iban a quedar años para recibirse de lo que fuera pero de verdad ella le puso ganas y se ganó la amistad de alumnado y profesores.

Habíamos quedado en que los viernes la pasaba a buscar en mi bicicleta y entonces volvíamos caminando juntos por la rambla hasta casa, era medio trasmano pero estaba bueno lo que me contaba sobre su inserción en el mundo del presente, al punto que noté como una ola de fresca juventud rápidamente la iba cubriendo a través de los días.

Había cambiado su peinado y se vestía más moderna, caminaba más resuelta y se había vuelto casi adicta a las pizzas y a la coca cola merced a compañeros con bastantes menos años y sin ninguna capacidad para la alimentación sana. Ella en cambio los había introducido en la degustación del: “medio y medio” y hasta los había llevado algunas veces a bailar tangos.

Cierta vez se transformó en la heroína cuando en una conferencia que estaba dando el director sobre una inminente fecha patria le dijo en frente de todo el alumnado que estaría mucho mejor si dejara de ser tan soberbio y bajara al mundo real, que seguramente Artigas desde alguna parte dentro de las cenizas allá el mausoleo se lo iba a agradecer. Es que Salvatierra era un imbécil que había llegado a director solo porque le había besado el culo a los milicos indicados.

Eran tiempos de dictadura pero ella hacía frente a todo casi con una especie de sentido autodestructivo que a mí a veces me aterraba, odiaba a los milicos y lo disimulaba muy poco y para colmo a su edad tenía esa especie de halo de invulnerabilidad que la hacía un elemento peligroso. Y así: “Elemento peligroso” nos dijo el director cuando ella fue señalada como la agitadora cuando pararon las clases porque no habían dejado entrar a una joven dado que llevaba una pollera de diferente color al uniforme.

La abuela encabezó el grupo que encaró a Salvatierra para explicarle que la piba iba a estudiar siendo empleada doméstica y que había lavado la pollera del uniforme y no se había secado y por lo tanto había llevado lo único que tenía y era otra de color diferente. Salvatierra sudaba y no podía disimular que le tenía miedo a esa vieja flaca de pelos plateados atados en una trenza que miraba fijo con unos ojos que parecían atravesar a cualquiera con su brillo verde esmeralda.

Dejaron entrar a la muchacha y todo volvió a la normalidad pero sabíamos que eso se iba a poner feo si ella continuaba con esa actitud contestataria contra un sistema dictatorial que nos ahorcaba a todos los uruguayos.

Y mi padre trajo al doctor Bermúdez a cenar una noche a casa, el doctor era un viejo dirigente colorado que había recibido el premio de alguna embajada y ahora estaba de vacaciones en el paisito. Para que decirles que no fue una buena cena.

La abuela le preguntó si sabía que teníamos gente torturada y desaparecida y al tipo se le atragantó el pollo, cambió su rostro achanchado de rojo a violeta y casi se muere, mi madre sufrió un desmayo y papá pensó seriamente en ahorcar a su suegra. Mis hermanos seguían en la luna como siempre.

No fue una buena cena y pocos días después nos citaron de jefatura, la abuela fue invitada a dejar el país por aquello de que a los milicos les encanta que la gente que piensa viaje, que viaje lo más lejos posible de ellos sino la alternativa puede ser un tanto peor que el exilio.

Cuatro años después del fin de la dictadura la abuela volvió de Suecia, había conseguido un doctorado en sociología pero apenas si tuvimos tiempo de ponernos al día porque ya vino enferma y murió menos de un año después.

Pero la reunión en lo de Laura fue fabulosa ya que ella de alguna manera estaba allí entre sus viejos compañeros de clase, sus ex profesores y hasta vino la hija de Salvatierra que por suerte no se parece a su padre y hasta nos sentimos muy atraídos el uno al otro.

En alguna parte de la concurrida cena creo que vi a la abuela Nina haciéndome una guiñada cómplice.

FIN

69: El Apartamento

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69 El Apartamento
Mis 100 Películas
Por: Darío Valle Risoto

Puedo asegurarles que Shirley McLaine fue de mis primeros amores desde muy pequeño y cuando vi esta película del año de 1960 quedé prendado tanto de ella como de su personaje y de esta historia escrita y dirigida por el maestro: Billy Wilder

Esta es una comedia que encierra pese a su aparente tratamiento liviano sobre las relaciones de “gente de oficina” la tremenda situación de muchas mujeres que en aquellos tiempos y lamentablemente hoy día caen a merced de un sistema machista y regido por los escalafones donde: “El jefe” puede llegar a ir mucho más allá de la relación de trabajo.

Jack Lemmon encarna a un ingenuo empleado que le presta su apartamento de soltero a su jefe y otros compañeros con el afán de escalar posiciones y por lo tanto él: “Cotorro” o “Bulín” es el gran protagonista no humano de una historia con ribetes tragicómicos por donde los busquemos que linda con la tragedia, por eso lo de tragi… y con algo de la comedia ya habitual en los personajes de Jack pero ese algo de la tristeza del payaso que vive en una realidad que no admite demasiado humor si rascamos un poco, solo un poco.

De muy niño la vi y durante años la he vuelto a ver una y otra vez y siempre le encuentro algo nuevo porque creo que la película ha envejecido muy bien y si bien en aquellos lejanos 50´aún se apuntaba a la mujer con cierto desdén; Bill Wilder queriéndolo o no nos dio una pintura muy crítica de este mundo cotidiano de machistas insufribles.

PD: ¿Recuerdan aquel esquetch de Olmedo en que por agradar al jefe le prestaba de todo para que tenga sus aventuras amorosas?

Información sobre esta película aquí

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Objetos Perdidos 25: Nos falta pensar

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Volvemos y con temas políticos y también ¿Por que no? de índoles filosóficos, porque hay una pregunta que me ronda la cabeza y es: ¿Por que la gente humilde y necesitada sigue votando a los poderosos que viven de su trabajo? Hubo algunos señores que supieron responder a eso: Marx, Bakunin— pero no hay caso. Mañana en Uruguay vamos a elegir presidente y todo parece indicar que el candidato de la derecha (De toda la derecha desde el fascismo a la mafia Pentecostal) será nuestro nuevo usurpador de riquezas… Es así Mendieta.

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Durruti ha muerto… Nunca morirá

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Durruti ha muerto, pero está vivo todavía
29 noviembre, 2018 by Redacción La Tinta

Durruti, con quien estuve hace nada más que un mes, perdió su vida en los combates de las calles de Madrid.
Por Emma Goldman

Traducción de la compañera Fanny Tardío
de la carta “Durruti is dead, yet living” escrita por Emma Goldman
en 1936 tras el asesinato de Buenaventura Durruti.

Conocía a este rebelde del movimiento revolucionario y anarquista español solamente por mis lecturas sobre él. Desde mi llegada a Barcelona, pude conocer muchas historias tan fascinantes sobre Durruti y su columna que me animaron a ir al frente de Aragón donde era el espíritu que guiaba a las bravas y valientes milicias que luchaban allí contra el fascismo.

Llegué al cuartel general de Durruti al atardecer, absolutamente agotada por el largo trayecto por una carretera accidentada. Unos minutos con Durruti fueron como una poderosa bebida estimulante, refrescante y tonificante. Con un cuerpo poderoso que parecía esculpido en las rocas de Montserrat, Durruti encarnaba sin dificultad a la personalidad más brillante entre los anarquistas con la que me había encontrado desde mi llegada a España. Su potente energía me electrificó como parecía afectar a todo aquel que permaneciese dentro de su radio.

Encontré a Durruti en una auténtica colmena de actividad. Los hombres iban y venían, el teléfono sonaba para él constantemente. Y si no fuese bastante, el ensordecedor martilleo de los trabajadores que estaban construyendo un cobertizo de madera para el equipo de Durruti. A pesar de todo el barullo y las continuas llamadas para Durruti, permanecía sereno y paciente. Me recibió como si me conociese de toda la vida. La cortesía y calidez de un hombre comprometido a vida o muerte en la lucha contra el fascismo fue algo que no esperaba.

Había oído muchas cosas acerca de la maestría de Durruti para gobernar la columna que llevaba su nombre. Tenía curiosidad por saber mediante qué otros medios, además de los militares, consiguió unir a 10.000 voluntarios sin tener ninguna formación militar previa o experiencia de ninguna clase. Durruti pareció sorprendido de que yo, una veterana anarquista, me atreviese a hacer semejante pregunta.

«He sido un anarquista toda mi vida –replicó– y espero seguir siéndolo. Me parecería realmente muy triste que tuviese que convertirme en un general y gobernar a los hombres con la disciplina castrense. Han venido a mí voluntariamente, están preparados para entregar sus vidas a la lucha antifascista. Creo, como siempre he creído, en la libertad. La libertad que descansa en el sentido de responsabilidad. Creo que la disciplina es indispensable, pero tiene que ser una disciplina interior motivada por un propósito común y un fuerte sentimiento de camaradería».

Se ganó la confianza y el afecto de los hombres porque nunca actuó como un superior. Era uno de ellos. Comía y dormía tan austeramente como ellos. A menudo, incluso, se privaba de hacerlo.
Llegué en la víspera de un ataque que Durruti había preparado para la mañana siguiente. Al despuntar el día, Durruti, con su rifle al hombro como el resto de la milicia, iba en cabeza. Junto a ella, hizo retroceder al enemigo cuatro kilómetros e incluso consiguió hacerse con una importante cantidad de armas que el enemigo había dejado atrás durante la retirada.

El ejemplo moral de su sencillo igualitarismo no era, ni mucho menos, la única explicación de la influencia de Durruti. Había otra, su capacidad para hacer que los milicianos comprendieran el sentido profundo de la guerra antifascista –el sentido que había dominado toda su vida y que había aprendido a orientar hacia los pobres y de los más pobres de entre los pobres–.

Durruti me habló de su preocupación por los difíciles problemas que atravesaban los hombres cuando salían de permiso, precisamente en los momentos en los que más falta hacían en el frente. Los hombres, evidentemente, conocían bien a su líder, conocían su determinación, su voluntad de hierro. Pero también conocían la comprensión y compasión escondidas tras una austera vida exterior. ¿Cómo podía soportarlo cuando los hombres regresaban de haber estado de permiso en casa con su familia, sus mujeres, sus hijos?

Un Durruti acosado antes de los gloriosos días de julio de 1936, como una fiera de país en país. Encarcelado durante largos períodos como un criminal. Incluso, condenado a muerte. Él, el odiado anarquista, odiado por la siniestra trinidad: la burguesía, el estado y la iglesia. Un vagabundo sin techo y sin sentimientos como el genio maléfico del capitalismo proclamaba. Qué poco conocían a Durruti. Qué poco comprendían su auténtica sabiduría. Nunca fue indiferente a las necesidades de sus camaradas. Ahora, sin embargo, estaba comprometido en una batalla desesperada contra el fascismo en defensa de la revolución y se necesitaba a cada hombre en su puesto, una situación muy difícil de abordar. Pero el ingenio de Durruti venció todas las dificultades. Escuchó pacientemente muchas historias sobre personas desafortunadas y, después, se dedicó a divulgar la causa de las enfermedades de los pobres. Sobrecarga de trabajo, malnutrición, falta de aire limpio, falta de alegría de vivir.

«Camarada, ¿puedes comprender que la guerra que tú y yo libramos es para garantizar la revolución y que la revolución quiere acabar con la miseria y el sufrimiento de los pobres? Tenemos que derrotar a nuestro enemigo fascista. Debemos ganar la guerra. Eres una parte esencial en ello. ¿Lo ves, camarada?»,

A veces, algún hombre se obcecaba e insistía en dejar el frente. «Bien, le decía Durruti, pero te irás a pie y, para cuando llegues a tu pueblo, todo el mundo sabrá que tu coraje te ha abandonado, que has huido y que has eludido la tarea que tú solo te impusiste». Funcionaba de maravilla. El hombre suplicaba que le dejaran volver. No había intimidación, coerción o castigos disciplinarios para mantener en el frente a la columna Durruti. Era solo la volcánica energía del hombre la que empujaba adelante a cada uno y les hacía sentir a todos como uno solo.

Un gran hombre este anarquista Durruti, un líder nato y maestro de hombres, un camarada cabal y afectuoso, todo en una sola persona. Y ahora Durruti está muerto. Su gran corazón no latirá nunca más. Su poderoso cuerpo caído como un árbol gigante. Todavía no. Durruti no ha muerto todavía. Los cientos de miles de personas que asistieron a rendir su último homenaje a Durruti el domingo 22 de noviembre de 1936 lo testifica.

No, Durruti no ha muerto. El fuego de su espíritu está vivo en todo aquel que lo conoció y lo quiso, nunca podrá ser extinguido. Las masas ya han vuelto a levantar bien alta la antorcha que cayó de las manos de Durruti. Con espíritu triunfante, la llevan ante ellos en el mismo camino que Durruti había abanderado durante años. El camino que lleva a la más alta cima de los ideales de Durruti. Este ideal fue el anarquismo −la gran pasión en la vida de Durruti−. Se entregó a él completamente. Le fue fiel hasta su último aliento.

Una prueba de la gentileza de Durruti es su preocupación por mi seguridad. No había un lugar donde hospedarme por la noche en el cuartel general. La localidad más próxima era Pina. Pero había sido repetidamente bombardeada por los fascistas. Durruti fue muy reacio a enviarme allí. Yo insistí en que estaba bien. Solo se muere una vez. Pude notar el orgullo en su semblante de que su vieja camarada no tuviese miedo. Y me dejó marchar bajo una doble guardia.

Le agradezco que me diera la excepcional oportunidad de conocer a muchos de sus compañeros de armas y también la de hablar con la gente del pueblo. El espíritu de esas más que probadas víctimas del fascismo fue muy impresionante.

El enemigo estaba a tan solo una corta distancia de Pina, al otro lado de un arroyo. Pero no hubo miedo ni flojera entre la gente. Lucharon heroicamente. «Antes muerto que bajo el fascismo», me dijeron. «Hasta el último de nosotros caminará y caerá con Durruti en la lucha antifascista».

En Pina, encontré a una niña de ocho años, una huérfana que había sido uncida al yugo de durísimas tareas en una familia fascista. Sus manitas estaban rojas e hinchadas. Sus ojos llenos de horror desde el shock espantoso que tuvo que vivir a manos de los secuaces de Franco. La gente de Pina era pobre de solemnidad. Sin embargo, todo el mundo dio a esta niña maltratada cariño y cuidados como no había conocido antes.

La prensa europea compitió, desde el comienzo de la contienda antifascista, para calumniar y vilipendiar a los defensores de la libertad españoles. No ha habido día, durante los últimos cuatro meses, en el que esos sátrapas del fascismo europeo no escribiesen las crónicas más sensacionalistas sobre las atrocidades cometidas por las fuerzas revolucionarias. Cada día, los lectores de esa prensa amarilla eran alimentados con los imaginados disturbios y desórdenes en Barcelona, y otras ciudades y pueblos liberados de la invasión fascista.

Después de haber viajado por Cataluña, Aragón y el Levante, y haber visitado cada pueblo y cada ciudad del camino, puedo testificar que no hay ni una sola palabra verdadera en ninguna de esas terroríficas crónicas que he leído en algunos periódicos ingleses y europeos.

Un ejemplo reciente de la total deshonestidad de la creación de noticias falsas fue orquestado por algunos de los periódicos que cubrieron la muerte del heroico líder anarquista en la lucha antifascista, Buenaventura Durruti.

De acuerdo con sus crónicas totalmente absurdas, la muerte de Durruti, supuestamente, ha provocado en Barcelona violentos altercados y sediciones entre los camaradas del héroe revolucionario Durruti. Quien quiera que haya sido quien escribió esta ridícula invención no puede haber estado en Barcelona. Y mucho menos sabrá nada sobre el lugar que ocupa Buenaventura Durruti en los corazones de los miembros de la CNT y la FAI. Y lo que es más, en los corazones y los sentimientos de mucha gente, a pesar de que puedan tener divergencias con los ideales políticos y sociales de Durruti.

En honor a la verdad, nunca hubo una unidad tan completa en toda la jerarquía del frente popular de Cataluña como la habida desde el primer momento en que se hizo pública la noticia de la muerte de Durruti hasta el último, cuando se le dio sepultura.

Todos los partidos de todas las tendencias políticas que luchaban contra el fascismo asistieron al completo a rendir un sentido homenaje a Buenaventura Durruti. No solo los compañeros cercanos de Durruti, contados por cientos de miles entre todos los aliados de la lucha antifascista, sino también la mayor parte de la población de Barcelona, manifestada en una constante riada humana. Todos llegaron para participar en el largo y agotador cortejo fúnebre. Nunca antes Barcelona había sido testigo de una marea humana cuyo silencioso dolor se alzaba y caía al unísono.

Igual que los camaradas de Durruti, camaradas estrechamente unidos por sus ideales y camaradas igual de unidos por la valerosa columna que organizó. Su admiración, su afecto, su devoción y respeto no dejaba sitio para la discordia ni los altercados. Eran uno solo en su dolor y en su determinación de continuar la batalla contra el fascismo y para el éxito de la revolución para la cual Durruti había vivido, luchado y apostado todo hasta su último aliento.

¡No, Durruti no ha muerto! Está más vivo que mientras vivió. Su glorioso ejemplo será emulado por todos los trabajadores y campesinos, por todos los oprimidos y desheredados. El recuerdo del valor y la bravura de Durruti les alentará en las grandes hazañas hasta que el fascismo sea aniquilado. Entonces, comenzará el verdadero trabajo, el trabajo de crear una nueva estructura social con valores humanos, justicia y libertad.

¡No y no! ¡Durruti no ha muerto! Vive en nosotros para siempre.

*Por Emma Goldman. MIEP777

ARTICULO ORIGINAL DE DONDE FUE TOMADO ESTO