
Neo Vampiros 105
Esa tristeza
Por: Darío Valle Risoto
La gente poco a poco va abandonando la parroquia San Juan Bautista, el padre Sixto fue contundente en su sermón sobre la necesidad de que los hombres sean devotos cristianos y practiquen la caridad, más también agradeció a aquellos que son gente de bien, protectores de valores como la familia y la propiedad que tanto están en riesgo en estos tiempos.
Paula hacía una vida que no entraba a una iglesia, se dio cuenta no bien dio el primer paso de que casi se persigna como si ese viejo movimiento automático aún anidara en la oscuridad de su alma o en la luz de su cabeza ya liberada de la opresión de esa maldita religión. Miró a la gente, antes tan familiares y ahora a miles de kilómetros de distancia de ella o ella de todos. Quizás ella era el monstruo que venía a oler donde habitará la muerte en los próximos días o las próximas horas.
Un par de personas la saludaron, viejos conocidos de sus padres que ya llevaban más de diez años en Europa. Por aquella vieja investigación de los papeles de Panamá habían decidido afincarse en Italia. Paula pensó en ese tipo en la cruz y en la fantasía que rodeaba una historia más adulterada que la reciente dictadura, pensó en el bien y en el mal hasta que alguien conocido la sacó de su ostracismo mental.
_ ¡No esperaba verte aquí rubia! Era Sergio Marechal también rubio y cínicamente hermoso. Les presentó a sus padres sin recordar que Paula ya los conocía de aquella despedida del embajador de los Estados Unidos en el dos mil y pico. Igual le importaba una mierda y les saludó. Aunque no lo creas sigo creyendo en el tipo. Le dijo moviendo su cabeza hacia el atrio principal donde Cristo permanecía en su inmaculada cruz cargando la soberbia mentira más grande de la humanidad. ¿No te v as a ir así?, Te invito un trago. ¿Estás sola? _ La tomó del brazo haciendo presión como si fuera su pertenencia. Lo recordaba bien al hijo de puta. Un consumado fascista que gustaba de apalear a viejos vagabundos y a su perro. Seguro tenía el cerebro del tamaño de un maní.
Al rato llegaron los otros. Los cuatro amigos incluyendo Beto Arróspide que al ver a Paula inmediatamente recordó la llamada de aquella noche en que le confesó todo. Estaba drogado pero no como para olvidarlo. Su rostro se transfiguró.
__ ¡Miren que bomboncito acabo de encontrar en la iglesia che! Les dice mientras todos se sientan. Inmediatamente Beto se da cuenta de que Paula actúa como si no se hubiera enterado de nada. Algo se trae. ¿Qué es de tu vida rubia? __Le pregunta Ignacio. Todos la observan de arriba abajo, está más buena que antes piensan.
En el bar Piden cervezas, Paula les dice un montón de mentiras sobre su vida, no puede contarles que desde que conoce a Lorena ya no es la misma, no puede volver a serlo de ninguna manera y que ellos, precisamente ellos son parte de un pasado de mierda que quisiera dejar de lado para siempre.
Mientras toman, hacen chistes y se ríen Paula recuerda aquel viaje a México en que la emborracharon y se la cogieron los tres, en ese momento Beto no formaba parte del grupo. A Paula le llevó un par de años hacerse a la idea de que había sido víctima de una violación pero nunca se lo contó a nadie, ni siquiera a su especial amiga y apenas lo había conversado con su analista el que le dijo un montón de estupideces como que ella de alguna manera lo había buscado y toda esa bosta machista.
Pasan unas horas amenas hasta que Sergio Marechal mira su reloj y da por terminada la reunión no sin antes intercambiar teléfonos con “la rubia”, todos se despiden con un beso, Sergio casi demasiado cerca de su boca.
Beto antes de retirarse la observa, ella como si nada.
Unos minutos después mientras Paula maneja rumbo a su casa recibe una llamada del joven que está muy preocupado por aquello. Apenas le contesta y solamente le dice que no se preocupe que fue un tema sin importancia. Justo cuando apaga el celular deteniendo el auto en un semáforo un vagabundo pasa y la observa. Tira de un carro lleno de cartones y le acompañan dos perros.
Un nudo le cierra la garganta, tiene que volver a manejar ante los ansiosos bocinazos a su espalda pero da la vuelta y se aparca y sale a respirar mientras se apoya en un árbol. Viene pensando desde aquel día en contarle todo a Lorena, sabe que ella presiente que hay algo raro en torno a sus silencios y su tristeza.
_ A vos te pasa algo. _ ¿Por qué lo decís?
_ Te conozco Paula, estás triste, no habitualmente triste sino con una tristeza nueva, algo te está quemando la cabeza y vos sabés que soy una buena… bombera. _ Eso es lo que temo mi amiga, que trates de apagar un incendio más grande del que habitualmente estás apagando… no me hagas caso.
Estaban sentadas en el enorme sofá de la casa del Prado. Lorena sirvió vino y la miró a los ojos con esa mirada helada de ojos rojos.
__ Supongo que a su debido tiempo me lo contarás, no tengo problemas con esperar, pero recuerda que siempre estoy contigo más en las malas que en las buenas.
El gato pasó delante de ambas y fue cerca del fuego, hacía demasiado frio por fuera pero aún mucho más le helaba la sangre a Paula que no dejaba de pensar en aquel pobre viejo asesinado a palos por estos cuatro hijos de puta, por su perro dentro de un charco de sangre. No había visto nada de eso, apenas Beto se lo había contado pero lo imaginaba con lujo de detalles.
En la jefatura de policía habían decidido aplicarle electricidad al pibe cuida coches que se negaba a confesar el asesinato.
_ ¡Esto me duele más a mí que a vos pichi de mierda! ¡Será mejor que confieses que mataste al linyera o si no te vamos a cortar en pedacitos! El tipo sintió los electrodos en sus testículos y antes del golpe de corriente gritó como un loco. El comisario Piñero se arremangó la camisa celeste impecable, gotas de sangre le mancharon parte de la delantera. _ Mi mujer me va a matar por esto. __Dijo mientras aumentaba la impedancia.
Juicio y castigo.