Neo vampiros 114
No soy Homo
Por: Darío Valle Risoto
Paula se despertó como nueva, se levantó, estaba totalmente desnuda, abrió las cortinas y el sol entró veraniego aunque era invierno pero entró atropellando y llenando la habitación de rubio oro. Andrea seguía durmiendo de espaldas a ella con su piel joven plagada de pecas.
En un gesto automático Paula levantó las bragas celestes de su amiga del piso y las olió sintiendo el suave perfume de la excitación de la noche.
En ese momento su compañía se dio vuelta y mientras buscaba sus lentes sobre la mesa de luz estirándose y mostrando sus pechos breves Paula provechó a alcanzarle su ropa interior.
Se puso también su ropa, luego encontró sus jeans a los pies de la cama y también su camisa blanca. Se asomó a la puerta y tras saludar a la empleada le pidió que les traiga el desayuno a la cama.
_ Prefiero tomarlo en la cocina, me tengo que ir temprano. ¿Qué hora es? _ Preguntó Andrea aceptando su propia ropa que también estaba regada sobre la alfombra de manos de Paula que la miraba a los ojos.
_ Son apenas las siete de la mañana y es domingo. _ No soy torta, no te confundas, anoche tomé demasiado en la reunión y…
_ Y te viniste a coger conmigo, como quién no quiere la cosa. _ Sonrió Paula con cierto pequeño y culpable sentido del humor. __ Isabel, vamos a desayunar en la cocina, gracias, disculpa la molestia.
Cuando sacó la cabeza de fuera de la habitación Andrea ya se había vestido, era un poco más baja que ella y más delgada pero con buen cuerpo. Un cuerpo que se había tomado el dulce trabajo de recorrer con sus manos y sus labios.
__ Me tengo que ir. __Dijo visiblemente alterada y Paula la dejó salir, no recibió ni siquiera un beso de despedida.
Fue al baño, se lavó la cara y al acercarse a la cocina encontró el suave aroma del café con leche y los bizcochos calientes. Isabel estaba de espaldas lavando unos platos a mano.
_ ¿Por qué no usas la lava vajillas? _ Prefiero a la antigua señorita, si no es problema.
_ No me digas ni señora ni señorita, sé que sos nueva en esta casa, lamentablemente la antigua empleada se fue a sus pagos y ella como vos era muy educada, pero no hace falta tanto protocolo. Soy Paula y como verás en esta casa pueden pasar cosas raras. Ella permaneció en silencio. _ Esta noche me acosté con otra mina, espero eso no te moleste, pero para tu tranquilidad y tal vez la mía, los hombres todavía me siguen gustando, así que digamos que soy: bisexual o como quiera que le llamen. Sonrió disfrutando de ponerle manteca a un croissant salado. No, yo no juzgo seño… Paula.
__ Hablando de cosas raras, tengo una amiga que puede venir de noche y aparecer como un fantasma sin aviso, es un tanto… particular. Se llama Lorena, Lorena Luna y no le tengas miedo, se porque te lo digo, es bastante callada, parece muy joven pero no lo es, las apariencias engañan Isabel, engañan mucho.
La empleada terminó de guardar los últimos platos tras secarlos lentamente con un repasador. Era una mujer cuarentona que aunque prolija en su apariencia demostraba pertenecer a una clase muy diferente a la de Paula.
__ Voy a arreglar su cuarto.
Paula desayunó mirando a los pájaros en el jardín. Antón su perro ovejero aunque ya medio viejo igual corría a algunos como si los pudiera atrapar.
Encendió la pequeña televisión de pantalla plana de la gran heladera y no se sintió para nada asombrada de los titulares.
_ “Sigue el misterio de los asesinatos de militares, ex militares y políticos asociados al golpe de estado de 1973, fuentes confiables aseguran que se trata de diferentes victimarios aunque hay cierta tendencia a creer que se trata de un comando subversivo” _ Paula tiene razón, estos periodistas en su mayoría son unos lameculos de todo gobierno de derecha, lacayos, mandaderos, unas verdaderas mierdas.
Terminó su último biscocho y fue a lavar la taza y los pequeños platos al lavabo.
A algunos kilómetros de allí Lorena permanecía dentro de su ataúd pero con los ojos abiertos, sentía verdadera curiosidad por el tropel de ruidos diurnos que copaban sus sentidos, por los olores, por las diversas señales de que el mundo vivía más bajo la luz del sol que bajo la insondable mirada de la luna.
Pensó en sus padres, muchas veces antes de conciliar su sueño les recordaba como esas figuras borrosas de padre y madre quitados de su vida abruptamente y bajo el abrigo de una oscuridad de las enormes alas de un ave gigantesca y sedienta de sangre que se abatió sobre las familias de américa toda.
Sentía también cierta nostalgia por Henrich, aquel hombre que le había regalado un don que sin embargo podía ser un pesado lastre a la hora de querer ser normal.
__ ¿Qué es normal?
Juicio y castigo