El Uruguay feudal pero con Internet
Por: Darío Valle Risoto
Hace unos días conmovió a la mayoría de la opinión publica y no solo de nuestro país la noticia de que un peón rural había sido agredido por el capataz y amenazado por su patrón con una cuchilla porque reclamó el pago de las horas extras ya que diariamente excedía las ocho horas legales para trabajar en el establecimiento.
Esta estancia está en Salto, un departamento muy lejano de la capital pero eso no significa que casos como esta o parecidas no sean tristemente habituales en el Uruguay rural.
Afortunadamente los medios y la población nos enteramos de esto y se obró con la mayor celeridad en cuanto al tema judicial por el ataque, así como en entorno de las denuncias de carácter laboral a las que tendrá que hacerles frente el patrón agresor.
Una de las aristas colaterales del asunto pero no menos tristes o patéticas es que mediante las redes casi inmediatamente se sembraron todas suerte de habladurías sobre los móviles de este vil ataque intentando tal vez ponerse del lado de los agresores o porque de alguna manera piensan que un peón rural de clase pobre bien debe merecer unos azotes dado el caso o simplemente porque son unos inadaptados con ordenador. Espero como dijo su abogado defensor se rastreen estos viles comentarios y se les pidan pruebas en cada caso.
Volviendo al mundo real cuando me enteré de esto me puse a pensar en los largos años que trabajé en el gremio gráfico y lejos de recibir agresiones físicas los primeros años tuve que aguantar presiones verbales muy fuertes o ser testigo de cómo se maltrataba a compañeros que carecían de mi facilidad para hacerles frente a los supervisores.
Por otro lado también recuerdo la noticia y espero que esta haya sido infundada porque sería simplemente siniestra, de que en algunos supermercados se les hacía usar a las cajeras pañales geriátricos para que no abandonen sus puestos. Realmente espero que esto jamás haya pasado.
En síntesis aún en estos tiempos donde los derechos laborales en el Uruguay cuentan con los gremios y sindicatos como garantes y con un gobierno bastante afín, claro, dentro de un sistema neo liberal, es notorio que nos falta mucho en aquellos sectores donde hay distancias y pocas personas que oficien al menos como testigos para combatir este Uruguay feudal que en pleno siglo XXI sigue dando lástima.
En el ámbito fabril me encontré muchas veces con la situación extraña de aquellos que defienden siempre al patrón por ser más poderoso o porque temen perder sus puestos de trabajo, aún en situaciones terribles me tuve que enfrentar a muchos compañeros que cual niños que sueñan con Santa Claus creen que el patrón les hace un favor con darles trabajo y por lo tanto les he visto aguantar más de cuatro cosas. Pensemos también en las empleadas domésticas: “La muchacha que nos ayuda”, en su explotación y en la carencia de protección dentro de una familia ajena y a veces con cama adentro.
Hace unos años una acaudalada familia de este país traía empleadas domésticas de Bolivia, les retenía los pasaportes y las pagaba lo que quería y cuanto quería, se habló un tiempo del tema pero ya ha desaparecido, esperemos que el ministerio de trabajo siga de cerca este tipo de dramas que en definitiva no le hacen ningún bien a nadie por más que unos entupidos fascistas en las redes sostengan lo contrario.