Delincuencia y minoridad

Delincuencia y minoridad
Por: Gonzalo Abella
Hay una diferencia entre un “delincuente” de 16 y un “delincuente” de 40: el primero es adolescente, o sea, adolece de equilibrio y madurez emocional. Su razonamiento es de adulto, pero su emotividad es mucho más moldeable.
Los menores que cometen delitos graves necesitan períodos largos de confinamiento, pues la reeducación exige tiempo, equipos interdisciplinarios, horizontes de estudio y trabajo, rutas de salida, y presencia constante de la familia, porque vivir el dolor junto con los seres queridos es parte de la reeducación. Pero es imprescindible cortar por un largo período todo contacto directo del menor con el ámbito donde fue reclutado. La mafia durante una salida transitoria, puede asesorar al menor que cae en sus garras a que engañe al juez y al psicólogo fingiendo buena conducta y arrepentimiento.
Desde los trece años el menor es imputable, Pero nivelar sus derechos y deberes a los mayores de 18, complica una verdadera tarea de reeducación apuntando a las especificidades de la edad. El Dr. Bordaberry sabe que si se les da el rango de adultos, es inconstitucional pedir al mismo tiempo para ellos establecimientos de detención diferenciados.
Pero la responsabilidad mayor de la violencia social la tienen los que traicionan un proyecto de país y suman a los excluidos en la desesperanza. No estoy tocando de oído: he estado junto a la pobreza y la exclusión, he compartido su dolor, y sé lo que funciona y lo que no. El clamor por bajar la edad es pura demagogia.

La Radio, la gente, los instintos

La Radio, la gente, los instintos
Por: Darío Valle Risoto

No es difícil hacer una pequeña lista de aquellas cualidades y hasta defectos que nos diferencian del resto de las especies animales porque somos animales, aunque usted no lo crea sentado delante de su ordenador mientras hace una pausa en petardas.com para leer esto.
Simplificando a grados siderales podemos afirmar que los animales están regidos por sus instintos primarios mientras que los seres humanos a base de evolucionar sobre todo por el lado del cerebro, hemos sabido sofrenar y/o dominar nuestros instintos básicos. En el peor de los casos lo sublimamos, por ejemplo en actitudes más creativas que andar copulando cada vez que nos da la gana como a los perros.
De todas maneras y lejos de caer en seudo frases tipo: “Quiero ser civilizado como los animales” que inventó algún pelotilla que trabajaba escribiendo tarjetas, lo cierto es que es muy fácil decodificar las conductas de todas las especies animales y en cambio llevamos varios miles de años tratando de discernir que carajo hacemos los humanos sobre este mundo. Las religiones aportaron diferentes y fantásticas explicaciones y sobretodo pautas para que las nacientes civilizaciones tuvieran algunos códigos de conducta, los que muchos siguen aún hoy cuando no es necesaria mucha cabeza para comprender que dios, cualquier dios es un invento de la imaginación de los hombres.
Por lo tanto y a pesar de que hemos logrado suficientes avances para el lado de la medicina, el confort y la forma de tapar nuestras vergüenzas con vestimentas cada vez más imaginativas, etc. Etc. no hemos aún dejado de lado los instintos animales que como bichos encerrados en el closet golpean y golpean para salir a cobrarnos su deuda de libertad.
El ejemplo más claro de esto son los programas de radio y televisión que abundan en patéticos espacios dirigidos a que la gente cuente sus miserias al aire, nada más terrible ni tenebroso ha hecho el hombre en cuestiones de comunicación humana que poner una cámara y/o un micrófono delante de la gente común para que comparta con otra gente común sus anécdotas de vidas ordinarias y grises. A estos dos soportes de comunicación sumémosle la prensa amarillista, las revistas del corazón y desde luego que una gran porción de la enorme y vasta torta de Internet.
Hace unos días en un programa de radio del Uruguay con gran audiencia, la gente contaba sobre sus amores prohibidos, es decir aquellos donde un tipo se enamoraba de la hermana de la esposa, de la novia de su amigo o de alguien que en el supuesto uso de algo llamado: “Razón” y por sobre todo de un mínimo código de conducta nunca le pasaría por la cabeza. Llamaba una mujer y contaba que se había casado con su esposo solamente porque le gustaba el hermano de este y para estar cerca… ¿?. No les voy a hacer un racconto de cuantas llamadas de este tipo tuve que escuchar antes de salir del trabajo y tomar una bocanada de aire fresco y tratar de olvidarme de esa vejación intelectual que suelen ser tamaños programas.
Por lo tanto volviendo a lo que nos convoca, digamos que toda esa gente intelectualmente disminuida y pobremente adiestrada en las artes de la convivencia más precoz es gente que vive dominada por sus instintos básicos y se aparta un tantito de esto que pretendemos aquellos que creemos en la superación humana sobretodo para el lado de la convivencia. Responderle a los instintos más básicos bajo la sombra de que “la vida es corta” y que “debemos luchar por el amor de nuestra vida” es muy bonito en una vieja novela de Corin Tellado o en un programa de esos de la tele donde gente simple va a ventilar sus miserias frente a otra gente simple, más creo absolutamente que la vida racional no marcha por esas vías.
Reitero algo que escribí en alguno de estos divagues: “ser civilizados significa saber reprimir los deseos más bajos en procura de la supervivencia del colectivo” y con la vista puesta en trascender como hombres y mujeres íntegros y no como animales reguettoneros que se cogen todo lo que encuentran por el camino. Imagino una mujer bien dotada tal como le gusta a la mayoría de los hombres, desinhibida, audaz, boca sucia y totalmente libre y también me imagino haciendo el amor con ella más nunca viviendo mi vida cotidiana a menos que elija una vida de sobresaltos donde me encuentra un buen día a otro tipo del otro lado de la cama y con ella en el medio.
Jugar a la orgía es lindo hasta que nos agachamos a agarrar las llaves, demostrar que tenemos los principios de una ameba por la radio puede parecer bonito porque nos escudamos en la clandestinidad más no creo que sea un verdadero mérito confesar que somos gente de mierda que no respeta ni hermanos, ni amigos, ni parientes con la única razón de experimentar el sabor de lo prohibido.
En definitiva dos personas que logran una relación tras pasar por algún tipo de traición de este tipo no pueden pretender sentir admiración mutua, más claro que pueden ser felices:  tanto cómo dos animales puedan serlo.