Coronavirus, música y el contagio de vivir

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Coronavirus, música y el contagio de vivir
Por: Darío Valle Risoto

Estamos viviendo algo nunca antes visto en el mundo y es una verdadera pandemia ya que prácticamente no hay rincón de esta tierra que no tenga algún contagiado del Coronavirus. Eso es parte del precio más caro que debemos pagar por la globalización que implica que los viajes entre distintos puntos del planeta sean suficientemente rápidos como para esparcir cualquier virus y bastante accesibles para cierta porción de las poblaciones.

Esto no quiere decir que durante la historia no haya habido epidemias terribles como las que asolaron Europa o las que durante la conquista diezmaron a las poblaciones indígenas americanas como lo fue la tuberculosis. Así que este preámbulo viene a que seguramente usted si es una persona consciente estará en cuarentena como un servidor lo que significa salir a la calle para cumplir con lo estrictamente necesario como conseguir víveres o ir a un centro de asistencia y nada más.

En lo particular me ha sorprendido y mucho la capacidad de aburrimiento que tienen algunas personas que parece que no pueden soportar estar muchas horas o días, tal vez semanas sin salir de sus casas y eso en plena época de los avances tecnológicos parece casi como una tontería porque indudablemente nos sobran formas de entretenernos, de pasar el tiempo y por sobre todas las cosas de volver a estrechar los más fuertes lazos con nuestros seres queridos, con aquellos con los que compartimos el hogar y con los otros a los que deberíamos acompañar al menos comunicándonos mediante los diversos dispositivos que la tecnología nos trae.

En lo particular al ser un solitario empedernido me cuesta mucho creer que las personas no encuentren formas de pasar muy buenos momentos sin compañía, deberíamos sentirnos agradecidos solamente por tener el don precioso de haber aprendido a leer y además de contar con mil diversas formas de hacerlo, desde los libros a miles de sitios donde entretenernos, estudiar y por cierto que divertirnos.

Mi biblioteca no está completamente leída, tengo algunas colecciones de libros a los que no he tenido tiempo ni de terminar el primero y ahora es el momento sin olvidar que tengo muchas series y películas a las que no les he prestado tiempo como por ejemplo: “American Horror Story” que ya va por la novena temporada y ni siquiera he llegado a la mitad de la primera aunque si la consiguen pueden ver cualquier temporada sin orden porque cada año es una historia nueva conservando algunos de los actores en todas ellas.

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Y la música que es lo que verdaderamente convocó este artículo, la música como elemento reparador de nuestra personalidad, aquella que no importando el género nos hace sentir bien, pensar en las letras y/o viajar por las melodías. Cada uno tiene sus gustos pero no es difícil conocer a las personas con tan solo mirar que discos tiene o en estos últimos casos que es lo que guardan entre sus favoritos de las aplicaciones de la misma.

En mi caso he bajado aplicaciones gratis para celular que son realmente magnificas, hay por ejemplo una radio de Heavy Rock de origen rusa que me ha hecho disfrutar cosas nuevas ya que cada tres o cuatro canciones yanquis o europeas en inglés nos deleitan con bandas de su país cantando en ruso y la verdad que ya hay varias canciones que me parecen geniales y que de seguro son éxito en este país porque suelen repetirlas, lamentablemente me es imposible rastrearlas ya que los nombres de los intérpretes y de los temas están en su extraño alfabeto.

Por otro lado encontré dos aplicaciones a saber: Blues Radio y Jazz Radio que tienen diferentes estaciones con todos los estilos dentro de estas temáticas y aquí si he encontrado artistas que luego busco para descargar y que de ninguna manera hubiera conocido a través de los medios comerciales que últimamente parece que solo conocen esa bosta del reggaetón y de los artistas conocidos dos o tres temas de cada uno y nada más.

En estos tiempos de aislamiento forzado me he reencontrado con viejos discos que hacía años no escuchaba como: “Live after death” de Iron Maiden e indudablemente a todos nos pasa que al poner algo que hacía años no escuchábamos atentamente se disparan recuerdos de todo tipo y esperemos que generalmente buenos. Pero hay de los otros como en mi caso que al escuchar la canción: “Raros peinados nuevos” me acuerdo de aquella vez que siendo muy joven me asaltaron y al llegar a casa escuché esta canción o también aquel disco que me recuerda a aquella chica que supe amar como un demente y me escupió como a la cáscara de una fruta amarga. Mejor ni les nombro el disco porque sabrían de quien se trata inmediatamente mis conocidos.

Otro tema volviendo a las aplicaciones que me han ayudado a conocer nuevos artistas son esos amigos que uno hace en las redes como Eduardo un compatriota que vive en Galicia y es tanto o más melómano que un servidor y con el que compartimos la mayoría de nuestros gustos aunque a él le fascinen The Cure y yo los odie o que yo sea demasiado metalero como para tener un tatuaje de “Almafuerte” y de igual manera reconozca que su líder Ricardo Iorio se ha vuelto un viejo muy facho en estos últimos años. Tampoco debemos coincidir cien por ciento pero con respeto y buen humor la vamos llevando y le agradezco conocer a por ejemplo: “Faithless” o revisar profundamente la obra de: “Yello” o redescubrir a los “Die Krupps” entre muchos otros.

En definitiva es tiempo de leer, de escuchar música y por qué no de escribir y tocar aquel instrumento que teníamos abandonado en el rincón de la casa, es tiempo de hacer gimnasia adentro, de tal vez volver a dibujar, a pintar pero por sobretodas las cosas es imperioso en este tiempo que nos cuidemos, que cuidemos a los demás y tener en cuenta que de este perverso sistema capitalista solamente saldremos siendo solidarios o estaremos perdidos definitivamente.

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El Color que cayó del Cielo: Lovecraft y celulares

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El color que cayó del cielo
Por: Darío Valle Risoto

Acabo de descubrir que nunca había leído este relato de Howard Phillip Lovecraft, más todos sabemos que tenía un estilo determinado a más o menos los mismos terrores oníricos y probablemente también producto de que se daba con alguna droga en aquellas épocas sin Internet ni televisión.

El caso es que esta es una nueva versión del cuento del mismo nombre que en el año 1965 tuvo una muy buena versión con un Boris Karloff ya muy anciano y que vi sin saber un pomo de nada en mi añorado cine Intermezzo. Bien, ahora chorrocientos años después tenemos una versión protagonizada por uno de mis actores de culto personal llamado Nicolas Cage y que si bien se deja ver tampoco me pareció digna de mayores logros que de ser un buen entretenimiento y punto.

Cae un meteorito del espacio profundo en una granja y suceden cosas raras: deformidades, mucho color fucsia y olores fétidos. Más o menos todo se circunscribe en eso, más hay algo que tiene la literatura de Lovecraft y es que apela cien por ciento a la imaginación de los lectores y al ser llevados al cine cualquiera de sus cuentos lo que vemos es la imaginación de los escritores que no siempre están muy acordes con este flaco demente. Por lo tanto como sucede casi siempre en este caso se potencia aquello de que si leímos el libro nos vamos a calentar con la versión cinematográfica.

Pero libros son libros y cine es cine y esta película tiene buenos efectos, cierta carga asquerosa pero no me llegó a colmar como la mencionada del año 1965, quizás porque Cage no es Karloff o porque me debo leer el relato que hoy busque entre mis libros oscuros y me di cuenta de que no lo tengo en papel, más si en pdf pero me cuesta leer en mi celular o en la tableta que justamente ahora envié a reparar.

En síntesis: se deja ver, es una versión moderna con electricidad y celulares que nunca imaginó el tipo de Providence y por allí siempre vale la pena ver a Cage.

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