Pasó en aquel Bar (Cuento)

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Pasó en aquel Bar 1
Los marcianos
Por: Darío Valle Risoto

Había olor a fritanga quemada en el bar. Un gato viejo y sucio se arrimó a los pies del flaco Tobías que le pegó una patada y huyó hasta perderse debajo de la mesa de Cassin.
__ Se nos vienen los marcianos, carajo y nadies hace nada…carajo
__ ¿Qué dice?
__ No le hagan caso a este viejo loco. __ Dijo Manolo mientras masticaba tabaco y secaba copas con un trapo sucio.

Afuera el sol se escondió detrás de unas desprolijas nubes grises. Un carro pasó sobre el empedrado seguido de perros ladradores, un hombre al pescante chiflaba un tango desconociendo la posible invasión.
__ ¿Quiniela?
__ Tenés el cuatrocientos dieciocho.
__ No, tengo el trescientos veinte y el seiscientos sesenta y seis.
__ Cómprelo, el número de la bestia da suerte.
__ Bueno, dame el trescientos veinte.
__ Pero…, bueno, jodete si perdés.
__ ¿Qué te pasa flaco?, ¿Andas envenenado de nuevo?
El flaco Tobías señaló al recipiente vacío. Manolo dejo el trapo y las copas pero sin dejar de masticar tabaco le sirvió otra grapita.

__ Se nos vienen los marcianos, carajo y nadies hace nada…carajo
__ ¿Otra vez anda chocheando don Carlos? __ El viejo flaco y enclenque se apoyó en el bastón y se acercó al mostrador haciendo gala de su terrible don de movimiento. se apoyó en la barra y pidió un anís.
__ Vienen muchos cohetes con tipos verdes, nos van a esclavizar y nos van a meter cosas por el culo.
__ ¡Jua jua jua!
__ No se rían carajo, yo les vengo advirtiendo, la invasión es inminente, se va a acabar la civilización y va a subir el precio de la yerba y del boleto y ya no va a haber más quilombos porque nos van a prohibir coger…van a ver, van a ver.

Manolo era un gallego de poca paciencia pero mientras sus clientes pagaran estaba todo bien, más comenzaba a preocuparse cuando alguno iba perdiendo la chaveta. Cosas del alcohol de mala calidad o del terrible calor de ese diciembre con treinta grados a la sombra.

__ Menos mal que está nublado que si no se nos fríen los sesos de tanto calor.
El vendedor entró cargando su valija con artículos de diversa índole, era un turco delgado de generosos bigotes que apuntaban para arriba de la cara, tenía su clásico traje negro con finas rayitas grises verticales y un sombrero apoliyado.
__ ¿Qué tal la venta?
__ Vendí en el Tala tres juegos de peines y los calzones de seda se van vendiendo bien, creo que este que viene va a hacer buen año.
__ ¿Qué tiene que ver el que viene con que ahora haya vendido bien?
__ No seas negativo Tobías, no ves que se vende… ¿Qué le sirvo?
__ Una grapa con limón y algo para picar.
__ Para picar nada, la Ramona no me vino, está enferma.
__ ¿Con la regla?
__ Gripe.

El viejo miró desconfiado al turco y volvió a su habitual asiento junto a la ventana abierta. Entraba un aire pesado, arriba las nubes dejaron con pocas ganas pasar un rayo de sol que rebotó en las botellas del lechero que se detuvo a secarse la transpiración de la frente con una manga.

El viejo miraba siempre al cielo esperando que aparecieran los cohetes.
El turco pasó al baño, meó lentamente y luego de lavarse despacio las manos sobre el lavabo mugriento pisó una cucaracha y encendió su pequeño dispositivo transmisor.
__ Atención base nueve, detengan la invasión hasta el mes que viene. El calor es insoportable.

FIN.

Neo Vampiros 29: Pasados convergentes

El arte de Toon Hertz (25)

Neo vampiros 29
“Pasados convergentes”
Por: Darío Valle Risoto

Paula se quiso quedar pero Lorena la instó a que se vaya a su casa. Estaba cansada, por primera vez sentía más temor que odio pensando en el posible enfrentamiento con uno de esos esbirros del infierno.
__ “Juan Ramón Lecuore”. __Pronunció en voz alta y despertó a su viejo amigo el eco en el gran salón de la casa del Prado. Buscó el disco de The Cure pero lo tenía Paula, eligió “The dark side of the Moon” de Pink Floyd y puso: La Carrera y se colocó los auriculares para oír mejor el extraño juego de sintetizadores en la prehistoria del tecno.
El rostro del torturtador giraba en círculos escapándole a la música que trataba de clavarle como aguijones de pesadilla por la espalda.
Se fue aletargando.

Alguien a entró silenciosamente, era una mujer alta de rostro nórdico, de fuertes mandíbulas y unos imponentes ojos azules, su cabellera rubia era abundante y natural desde hacía más de quinientos años.
Tenía botas altas de cuero como las que solía llevar muchos años atrás en los campos de Riga o en los hornos de Auschwitz.
Felicia Morrigan Westenra miró a la apacible chica que cargaba algo muy duro en sus recuerdos, ella misma sentía nostalgia por aquellos tiempos europeos cuando los únicos aliados vivos que pudo tener de confianza perdieron la guerra. Morrigan había sido oficial de las “SS”, una de las pocas mujeres con la absoluta confianza del alto mando nazi.

Lorena abrió los ojos, el débil fulgor de la mañana comenzaba a filtrarse por los imperceptibles costados de los cortinados negros, sintió una extraña modorra y cuando se fue en dirección al sótano comprendió que alguien aparte de Paula había estado allí.
Era el perfume o sus sentidos acelerados, era un calor sutil en el aire o las feromonas de una depredadora pronta a atacar, no lo sabía aún pero un sentimiento de extrema soledad la invadió y sintió ganas de escuchar a Paula aunque sea hablando pavadas.

Sobre su ataúd había un clavel blanco, ninguna nota, solo una flor aún vital, como ella, como ellas. Miró al techo abovedado, al recinto casi vacío sin ventanas y lanzó un alarido animal tan poderoso que los perros de varias cuadras a la redonda comenzaron a llorar y no pararon hasta que el sol se levantó potente disipando la lluvia nocturna.
En la profundidad de un tubular del cementerio del Norte, Felicia Morrigan se encontraba descansando, se había acostado una media hora antes del amanecer, amanecer que la había hecho huir de la casa de su presunta víctima, de todas maneras no la hubiera matado en ese momento, quería saborear la venganza sobre Henrich acabando con su única hija vampírica. La intrigaba el móvil de su decisión aunque por lo que sabía de Lorena podía estimar que su enemigo se había sentido reflejado en ella.

Hubiera preferido llegar a su casa en Solymar pero la mañana la había obligado a utilizar uno de sus refugios alternativos, sabía que Henrich años antes había vivido en ese enorme cementerio rodeado de casas humildes y cuarteles al norte de esa ciudad tan extraña.

Juan Ramón Lecuore llegó a su apartamento del Cordón, se quitó la corbata, el saco y se fue a dar una ducha, su mujer trabajaba de noche en el hospital militar y no llegaría hasta la media mañana, suficiente tiempo para tratar de quitarse la borrachera y no tener lío.
Abrió la heladera y exprimió un limón entero dentro de un enorme vaso de coca cola, sonrió al recordar la guita que harían con los trabajos para esa extranjera, sin embargo había algo en ella que ni en sus mejores años de duro trabajo en el plan Cóndor había visto.

Su amigo, el teniente Lemos se había ido más empedo que él, sonrió al pensar que tendría terrible lío con la Elma, una mujer fiera como pocas. De pronto se estremeció, su esposa llegaba del trabajo antes de lo previsto. Se arregló el pelo e intentó parecer normal y distendido.
Marta entró, tiró la cartera sobre el sofá, lo saludó entre dientes y se metió al baño, se veía pálida y cansada, trabajar en la sección de enfermos terminales del hospital no era bueno para nadie, Juan lo sabía bien. Volvió a la cocina y calentó agua para unos mates, ella lo miró al salir del baño, con esa mirada grís que suelen darse los matrimonios que hace años ya no se sienten nada.
__Una compañera del hospital me dijo que vos fuiste torturador durante la dictadura.

Juicio y castigo
Jueves, 1 de enero de 2009

Memorias del 70

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Memorias del 70
Por: Darío Valle Risoto

Se ha visto que renuncia
Con impaciencia la vida
Y una historia sometida
A destierro se pronuncia.

Cambia de a ratos su rostro
Frente izquierda y su moral
Y con aplauso señorial
Al ministerio se anota.

Tantos años de derrotas
Y la victoria salió mal
Ahora se vio la dignidad
Arrastrada a la picota.

Parlamentos de patriotas
Derriten bronces y banderas
Eso es lo que nos queda
Del sueño de la libertad.

Y para bien y para mal
Los dignatarios se ofenden
Cuando la crítica asciende
Desde el abatido arrabal.

Vaya engaño colosal
Ser de izquierda y sin el frente
Ahora de este lado se aprende
Cuanto vale el personal.

Harley Quinn: Arlequina para los amigos…

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Arlequina

Por: Darío Valle Risoto

Batman indudablemente tiene la colección de villanos más interesante de todo el mudno del cómic y Harley a pesar de ser bastante nueva nacida allá por los 90’s de la serie Batman Animated, cuenta con gran cantidad de seguidores entre los que me apunto. Aquí compartimos la prueba de que en cuanto evento de Comic Cons que vayamos a lo largo y ancho del mundo siempre hará una novia del Joker para deleitarnos…

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