Neo Vampiros 23
“El miedo de Paula”
Por: Darío Valle Risoto
Dejó el auto mal estacionado, entró nerviosa y casi ahogada a la mansión de su amiga, aún era de día y tuvo que sofrenar el deseo de bajar al sótano y sacarla del ataúd, las dos veces que lo había hecho antes no había encontrado una Lorena muy sociable, por lo tanto fue a sentarse al sillón más grande del living.
Se metió varios Tic Tacs a la boca, se puso de pié, caminó alrededor del gran salón de la mansión, por primera vez reparó en la enorme araña de cristal que pendía del lejano y abovedado techo, vio las gárgolas moldeadas en los rincones de yeso del amplio recinto y volvió a sentarse para incorporarse de nuevo al escuchar otro auto que se había estacionado cerca.
Al asomarse a una de las grandes ventanas con cortinados negros, vio un Ford Falcon que desde la cuadra del frente parecía una carroza fúnebre, recordó la triste historia de esos autos durante la dictadura uruguaya. Sacó de su bolsillo de atrás del pantalón una nota donde estaban los teléfonos para contactar a Romeo Gómez policía de investigaciones de la jefatura de Montevideo.
En el auto, el veterano policía se trató de poner lo más cómodo posible y encendió un tabaco “Artigas” luego de armar lentamente el pucho, su yesquero seguía fiel pese a los años, poco después el picante humo llenó el auto. Abrió un poco la ventanilla, se preguntó de quién sería la casa donde la nerviosa rubia había entrado con llaves propias, según los datos, su familia no tenía otras propiedades en Montevideo.
__ Habla Gómez, pásenme con Fleitas de archivos o con cualquiera que esté allí.__ Ordenó celular en manos, poco después le pasó la dirección a uno de los milicos de turno mientras la tarde comenzaba a caer sobre el Prado.
__La casa está a nombre de un tal Henrich Funke, Austríaco, vendedor de antigüedades, radicado en estados Unidos, hay un traspaso a nombre de Lorena que aún no ha sido finiquitado legalmente.
__ ¿Que apellido tiene?
__ Solo dice Lorena señor, no hay ningún apellido. __Gómez guardó el celular en el saco, tanteó su arma y comprobó si seguía convenientemente cargada. La casa era enorme a solo seis o siete cuadras del lugar donde habían matado salvajemente al coronel Bellotto, pero podía ser solo una coincidencia. Esperó un rato hasta que se encendieron las luces de la mansión y creyó ver que una de las cortinas se abría apenas.
Poco a poco la oscuridad anunció nuevamente el preludio de otra noche en Montevideo y cuando el último rayo de sol se ocultó detrás de los árboles del Prado Lorena abrió los ojos para ver nítidamente las maderas caobas de su cómodo ataúd, otro regalo de Henrich Funke o más bien una herencia. Al salir tomó una bocanada de aire, no lo necesitaba, estaba muerta, pero nunca está demás recordar lo que es el oxígeno atravesando los pulmones.
Olfatear a Paula era mucho más que un perfume importado y la transpiración de los nervios, al levantar la cabeza vio su silueta moviéndose una y otra vez hacia las cortinas, nerviosa, apesadumbrada, también notó su corazón bombeando frenético.
Subió a la velocidad del viento y Paula se sobresaltó al verla parada silenciosa y vestida solo con una tanga negra y con sus minúsculos pechos blancos como dos esculturas de mármol a la vista. Lorena se arregló el cabello negro que apenas le cubría las orejas y tomó una camisa que había dejado sobre una de las sillas.
__Lamento importunarte, hace días que no se nada de vos, hay un policía que te busca y me asusté. __Dijo volviendo a asomarse a la ventana, pero el auto ya no estaba allí.
__Se fue hace unos segundos, creo que tenés razón en preocuparte, es un milico, está armado, sentí el olor a pólvora de su revolver mezclado con su espantoso tabaco suelto. __Agregó sonriente, inmediatamente se sirvió un trago de vino y le ofreció otro a Paula.
__No gracias, estoy aterrada.
__Sentate, no deberías sentirte así, sabes que no me pueden doblegar fácilmente.
__Creo que saben algo de vos o que somos amigas o… __Paula cambió de opinión y se sirvió toda la copa de vino de un solo trago, cuando fue a tomar la botella para insistir Lorena la aferró con una mano pequeña y fría que la estremeció.
Le dio un corto beso en los labios a Paula, en el fondo sabía que los acontecimientos se iban a precipitar pero si era necesario era capaz de enfrentarse a todo el departamento de policía de Montevideo por preservar a su única amiga.
Juicio y castigo