Sociedad: Adictos a la ignorancia.

Adictos a la ignorancia más pura
Por: Darío Valle Risoto

Todos alguna vez hemos repetido alguna consigna y/o juicio sin tener real conocimiento de ello, después de todo no siempre hablamos con sabiduría y generalmente repetimos cosas que nos parecen más o menos acertadas de acuerdo o no a nuestros intereses particulares. Alguien dijo una vez que hasta sus propios prejuicios le definen y es algo duramente cierto, nuestros defectos tal como nuestras virtudes llenan la bolsa de lo que solemos llamar nuestra personalidad, pero no todo está perdido.

Digamos que algunas personas aprendemos de nuestros errores porque tratamos de ser inteligentes e ir evolucionando, los más sabios también aprenden de los errores ajenos. No necesitamos tirarnos debajo de un tren para saber que eso es mortal y bastante doloroso además de desprolijo. Por lo tanto los que tenemos algunos años de vida ya estamos convencidos de que podemos mejorar pero no como quisiéramos porque a diario cometemos errores. Algunas veces aprendemos de ellos y otras no.

Pero por ahí si miramos a nuestro alrededor vemos a muchas personas abrazadas a su proverbial ignorancia y como abrazados a un rencor van por la vida compartiendo su caterva de datos inciertos, costumbres suicidas y mentiras cotidianas. Los peores ciegos no son los que no ven sino aquellos que no quieren ver y entonces a menudo me he encontrado con personas que mantienen ese estatus del odio a por aquellos que son diferentes, que son pobres o que simplemente viven del otro lado de algo: digamos tanto de una frontera como de los colores de su cuadro de futbol favorito.

Probablemente ese instinto de conservación que hace que no nos tiremos debajo de un tren también nos involucra en luchas absurdas contra precisamente aquellos que tienen más en común con nosotros de lo que creemos y de forma absolutamente inconcebible nos ponemos de lado de nuestros peores enemigos. De esto se desprende que tengamos a pobres de derechas, a latinos neonazis, a personas que nacidas de una mujer son anti feministas y en definitiva a todo aquel que siendo un súper ignorante se opone precisamente a los que están de su lado porque sencillamente él o ella se creen en un sustrato superior a esta cosa llamada sociedad.

De allí no es raro tener a muertos de hambre que votan a sus patrones en los gobiernos, apoyan a sistemas militaristas abogando por una seguridad mentirosa y muy peligrosa a manos de gorilas armados o creen irreductiblemente en todo tipo de dioses, magias, adivinaciones, etc.

No es fácil sentarse a la mesa con familiares y amigos que defienden consignas aprendidas de algún aviso de Master Card o que pretenden ser esa familia “Kodak” de todos rubios y bonitos mientras viven en un asentamiento y adornan sus ranchos con las banderas del partido nacional. El síndrome: Doña Florinda pone al pobre del lado del rico y del poderoso no añorando la igualdad social, sino queriendo ser parte de la clase dirigente para tener a muchos bajo su poder.

Nos venden un estatus ficticio teniendo lo último de lo último pero nadie está obligado a comprar y por su capacidad de leer el mundo debería decodificar aquello que nos rodea y darse cuenta de que no solo los trenes nos pisan fuerte si nos ponemos debajo de sus ruedas, también las sociedades pueden atropellarnos con su enorme capacidad de envolvernos contra los de nuestra misma clase. Ni más ni menos.