La Vida va costando vida

La Vida va costando vida
Por: Darío Valle Risoto

Pensemos en lo siguiente: en la mayor parte del planeta en los últimos doscientos años gracias a la ciencia se ha casi duplicado la expectativa de vida llegando bastante cerca del siglo de existencia en algunas personas, digamos que antes del siglo diecinueve la mayoría de la gente no llegaba a los cincuenta años como máximo pereciendo a merced de diferentes enfermedades y otros estragos propios de esto de estar en este mundo bastante injusto por cierto.

Por ejemplo: “La adolescencia” es una invención moderna, en tiempos antiguos de niños tras la pubertad se pasaba directamente a ser adultos y teníamos por ejemplo a conquistadores como Alejandro que a sus veinte años se había hecho con casi todo el mundo conocido de la época; hoy día tenemos viejardos de cuarenta que se hacen los niños… ¿O nos hacemos? Sometidos a la considerable publicidad actual que nos condiciona para actuar contra lo que nuestros huesos mandan para así de alguna manera engañar a la parca que nos espera a la vuelta de la esquina.

Cuando era chico o “Adolescente” mi madre me decía que debía: “vivir la vida” antes de los veinte años porque después el tiempo pasaba volando, nunca entendí que era para ella eso de vivir la vida sobretodo porque nuestra condición económica no propiciaba mucho andar disfrutando de ella.

Por lo pronto uno se va poniendo viejo y comienza a ver a aquel muchacho (o muchacha) que fue antes como un perfecto extraño, en el peor de los casos como mucha gente vive nostalgiando un pasado que de seguro fue transformándose a una especie de cuento de hadas, cuando de verdad nunca lo fue. Cada vez que alguno en las redes siente nostalgia por cosas del pasado pienso en que no todo fue tan perfecto pero lo que de verdad extrañamos fue esa juventud entre ignorante e idiota que todos vivimos para de un día para el otro encontrar a ese viejo en el espejo que se parece terriblemente a nuestros padres.

De todas maneras conozco gente que he dejado de ver durante unos treinta años y sigue siendo exactamente la misma persona que fue antes, no creció más que biológicamente pero tal parece que se ha congelado en el tiempo y el espacio cuando en mi caso vivo permanentemente al día asombrado y disfrutando de los adelantos técnicos y científicos de estos tiempos.

Tengo un conocido que ama los casetes, si: esos adminículos que en su tiempo eran maravillosos para permitirnos grabar audio, borrar y volver a grabar en aquella magnífica cinta pero vamos a ponernos de acuerdo de que su sonido era una porquería pero para su momento era lo mejor. El tipo al final tuvo que sucumbir al MP3 y un buen día se llevó de casa un DVD con una gran cantidad de discos con sus respectivas tapas e información en imágenes.

No hay nada malo con la añoranza, hay gente que vuelve a escuchar discos de vinilo que hoy día son más caros y aparentemente para los que tienen oído absoluto conservan mejor el sonido que los susodichos MP3, afortunadamente mi oído es una cosa muy básica y no le encuentro diferencia, es más: el sonido de los discos de pasta tiene un “shhhh” de fondo terrible pero gustos son gustos.

Tempo el tiempo y un buen día estoy más cerca del ataúd que de la cuna y trato de no preocuparme demasiado porque es al soberano cohete. La muerte es precisamente volver a la misma nada de antes de nacer y lo del medio a lo mejor sirve solamente para dejar algún legado que puede ser un hijo, plantar un árbol o escribir como un servidor alguna historia que le sirva de algo a alguno por venir.

Cuando pienso en mi niñez veo cosas interesantes pero también muy tristes dentro de mi pobreza asmática y las palizas de mi madre, por otro lado trato de seguir queriendo la figura de mi padre tan alto como bonachón el flaco al que sin embargo dejé de disfrutar a mis veinte años y nunca pude tener una conversación como la que tendríamos hoy día. De todas maneras habitan parte de él como de mi madre en mis genes y en mis vivencias y de ellos sigo aprendiendo aunque me quedara definitivamente solo allá por 1995.

La inmortalidad es memoria y la mayoría somos números perdidos en le inmensidad de la vida, apenas un guijarro de arena en la playa del universo que ni se entera cuando uno de ellos le llega a faltar.

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