Una amiga inolvidable

Una amiga inolvidable
Por: Darío Valle Risoto
 
Todos nos enamoramos rápidamente de Cristina, se había mudado un domingo de verano a la cuadra del frente de casa junto a sus padres y un montón de perros, creo que eran cuatro o cinco, no lo recuerdo bien. Lo que no puedo olvidar es a esa niña.
 
Yo tendría unos ocho años, era el más chico de una barra de cómo catorce chiquilines de mi edad hasta los doce años que tenían los hermanos Cardozo. Mauro y Ángel se llamaban.
Cristina era pecosa pero muy linda, siempre tenía vestidos nuevos y se reía a carcajadas casi por cualquier cosa pero no era por boba sino porque irradiaba ganas de vivir. Eso lo comprendo ahora que ya tengo muchos más años que esos deliciosos ocho.
 
Inmediatamente la incorporamos, la adoptamos al grupo que se juntaba todas las tardes a eso de las cinco, la mayoría iban a la escuela de tarde, solamente Pedro y yo íbamos al turno matutino y para nuestra suerte también Cristina por lo que al vernos mucho más se hizo más amiga nuestra que de los otros. Pero ella asistía a una escuela privada, católica porque sus padres tenían dinero y ya sabemos que la gente de dinero trata de darles la mejor educación a sus hijos.
 
A poco de hacernos todos amigos de ella mi padre me llamó una tarde para hablar seriamente conmigo y tuvo mucha razón en lo que me dijo porque cuando Cristina se mudó todos comenzamos a olvidarnos de Laura, Laurita para todo el mundo.
 
Laurita era una niña que había nacido con problemas en las piernas por lo que estaba siempre en silla de ruedas y era muy delgada, casi todos conversábamos con ella porque siempre estaba sentada en su casa con la ventana abierta que daba a la calle, incluso a veces yo llevaba revistas y me sentaba en el marco de madera y le leía las aventuras de Red Ryder o revistas de Gasparín que le gustaban mucho.
 
Recuerdo muy bien esa conversación con mi viejo, hasta tengo presente el olor a tabaco de sus cigarros Plymouth cuando me explicaba que no era justo que abandonáramos a Laura porque había llegado una piba nueva por más piola y buena que fuera.
 
Lo más raro de todo esto fue que al poco tiempo que llegó comenzaron a nacer rivalidades entre nosotros, incluso mi gran amigo Pedro comenzaba a criticarme todo y siempre llegaba corriendo de la escuela para almorzar rápido y salir a la vereda para intentar verla antes que yo llegue.
 
Yo me sentía raro, Laurita me comenzaba  desagradar y me aburría estar sentado en su ventana tratando de entretenerla, una cierta tarde sus padres me invitaron a su cumpleaños y para mi sorpresa fui el único niño que fue, los demás eran toda gente mayor.
 
Recuerdo que le regalé un álbum de la Naturaleza que yo coleccionaba así podía llevarle las figuritas repetidas que le regalaba, ella lo ponía sobre su falda y sus ojos parecían volar con las imágenes de la sabana africana, los hielos del Himalaya o la pampa Argentina.
 
Cuando cumplí nueve años sus padres me regalaron una lapicera muy pituca y cara que aún conservo, mi madre me dijo que estaban muy agradecidos conmigo, yo nunca supe porqué.
Probablemente era porque estábamos creciendo que nos peleábamos peor que antes, cuando éramos niños nos enojábamos pero bastaba que uno afloje para volver a morirnos de risa, pero cierta vez Lautaro y Pedro se agarraron a las piñas porque el primero había dicho que era el novio de Cristina.
 
Todo giraba en torno a esta niña muy hermosa que llegó a hacerme enamorar pero algo en mi decidía siempre por pasar el tiempo con Laura en vez de a su lado, era muy raro pero ambas apenas se trataban, como si formaran parte de mundos diferentes. Laura me dijo que era una engreída y fue la única vez que la escuché hablar mal de alguien.
 
Crecíamos y las cosas comenzaban a cambiar, mi madre murió cuando yo tenía diez y mi padre se casó poco tiempo después con Soledad una prima de mi madre, yo nunca lo perdoné por eso y casi dejamos de hablarnos aunque yo veía que mi viejo estaba triste porque yo no aceptaba a esta nueva pareja suya.
 
En el setenta y seis se llevaron a Laurita para operarla en los Estados Unidos y no volvió, el viaje iba a ser por dos meses pero nunca volvieron al barrio, recuerdo que pasaba por delante de la ventana donde pasamos tantas horas y sentía un ahogo insoportable. Pedro se hizo formalmente novio de Cristina luego de disputarla con la mayoría de los del grupo lo que hizo que lo dejáramos de lado aunque yo igual lo saludaba.
 
Después nos mudamos a Tacuarembó porque según mi padre las cosas estaban bravas con los milicos en Montevideo y se había quedado sin trabajo en la escribanía, cuando cumplí dieciocho años contra su voluntad me mudé a Rocha a la casa de mi abuela Florencia.
 
Pasaron los años pero nunca me olvidé de Laura, cuando murió mi abuela volví a Montevideo pero para mi tristeza el barrio ya no era el mismo y la casa de Laura ya no existía y tampoco los apartamentos donde me había criado pero si la casa de nuestra amiga del frente.
Pasé parte de una tarde lluviosa sentado en un bar y como si fuera un detective traté de encontrar entre los transeúntes algunos rostros conocidos pero todos eran como extranjeros hasta que los vi salir de la casa: eran Pedro y ella.
 
Entonces descubrí que aún en alguna parte subsistía el encono contra mi antiguo amigo por habernos usurpado la bella nueva vecina y aunque los años habían pasado estaba tan linda de adulta como lo había sido antes y mi amigo aunque algo sobrepasado de peso conservaba su clásico rostro con esa nariz particular y su mueca desperjuiciada.
 
Pude correr a saludarlos pero era inútil habían pasado casi veinte años desde aquella primavera en el barrio de la Unión en que todo era jugar al futbol, leer revistas y mirar a los tres chiflados en la tele mientras tomábamos chocolate con leche.
 
Yo nunca me casé, viví con Estella casi cinco años hasta que se cansó de vivir mal conmigo y se fue al Brasil, me importó muy poco, por suerte mi cuarto libro fue un éxito instantáneo, se vendió bien y me abrió algunas puertas.
Mi corredor literario me informó una tarde que estaba invitado a una Bienal en New York con todos los gastos pagos y no era una broma, así que por primera vez dejé el país a bordo de un avión de Lufthansa rumbo a los estados unidos de América.
 
Pasé casi una semana increíble, me trataron como a un rey y me fotografiaron y entrevistaron muchas veces, una de las últimas tareas fue la de firmar libros en una deliciosa librería del barrio Latino donde me convidaron con un café caliente porque era invierno y una larga fila de mujeres me pidió que les firme un ejemplar de: “Una amiga entrañable”, mi último libro.
 
Cansado y tratando de ser lo más agradable posible me encontré con algo inesperado cuando una mujer alta de hermosa estampa me pidió especialmente que se lo dedicara: “A Laurita”.
 
Si, era ella, de pie, con unas hermosas piernas pero la misma mirada profunda, triste y buena que tenía cuando hablábamos horas a traves de la ventana de la calle Carlos Crocker.
No será necesario decirles que antes del fin de ese año me radiqué en los Estados Unidos y que pensamos casarnos en Julio o Agosto.

 

FIN.

9 comentarios en “Una amiga inolvidable

  1. Lindo cuento,como siempre agradecido por conpartir estas cosas con nosotros.Aprovecho este comentario para ahorrarme un captcha y te mando mis mas sinceros pésames por tu sobrino,que triste final.
    Abrazos.

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  2. esta muy bueno, esto me hace acordar a algo que podría haber escrito ignacio alcuri ( ojo no te estoy insultando) .
    Encontrarse a alguien 20 años después puede ser brutal ,el envejecimiento es implacable, es como dice kurt cobain , nadie muere virgen la vida nos coge a todos.

    elio cesar

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  3. Me encanta este blog! Leo tus cuentos y se me vienen todas las emociones que se leen entre líneas a la cabeza.
    De este en particular me encantó como se ve el pasar del tiempo, la nostalgia de la niñez, las vueltas de la vida, los amores destinados a ser. Te felicito!

    Natalia

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  4. Ahí es sin dudas dónde radica el desafío, contar las cosas de forma tal que al otro se le haga fácil desatar la imaginación, leer y hacerse inmediatamente la película en la cabeza con los acontecimientos que se suceden en la lectura.
    Tenés un don, espero que lo sigas aprovechando para gusto de todos los que hemos venido a parar a este blog.

    Un abrazo, Natalia nuevamente.

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