Rescue Me my God
Por: Darío Valle Risoto
Ni todos los musulmanes tienen una mochila con un kit explosivo encima ni tampoco todos los cristianos son abusadores de niños pero desafortunadamente la opinión pública es dirigida en estos sentidos debido a una visión muy estrecha de la realidad y todos hasta quién escribe esto entramos en generalidades perversas que no ayudan en nada para irla llevando por la vida.
Por lo tanto si bien me desagradan cada vez más las series usamericanas donde generalmente nos muestran a los representantes del estado policial como absolutos protagonistas en el caso de la serie “Rescue me” hay sobradas razones para echarle un ojo (mejor los dos).
Que la carga de haber sobrevivido al 11 S sea el disparador de la serie podría poner en peligro la misma con el hecho de caer en fáciles conceptos sobre la heroica actuación de los bomberos y a través de ellos, hacernos ingenuos espectadores que se emocionan con el flamear de las barras y estrellas sería cosa de esperarse sin embargo las historias se centran en lo cotidiano y por ende las miserias de un grupo de hombres no demasiado heroicos y mucho menos inteligentes para afrontar los amores y desamores de la vida. Otro tema preocupante que encuentro en innumerables series yanquis es la religión porque esta a menudo es abordada con una moralina que ronda la idiotez pero aquí tampoco sucede esto.
Tomemos en cuenta que los bomberos de Nueva York como la policía tienen su origen en inmigrantes irlandeses donde su impronta violenta y exacerbada se instala rápidamente en estas instituciones pero también una visión muy ácida de la vida. Es así que el catolicismo está presente más que el perfil protestante del resto de la sociedad y esto ofrece una riqueza icónica que se manifiesta en la aparición de Jesús al protagonista hasta manejando un auto deportivo o María Magdalena confesándole que hace más de dos mil años que anda soportando al flaco. Realmente me parece brillante.
Es así que al final de la segunda temporada durante el velatorio del hijo del protagonista se suscita el siguiente diálogo entre su hija de unos diez años, tal ves menos con dos de sus colegas que intentan consolarla.
– Hola.
– ¿Cómo estás?
– Echo de menos a mi hermano.
– Sí. Claro. Natural.¿Pero sabes qué, Katy? Tú… Tienes que recordar…
…que algún día volverás a verlo, ya sabes, arriba en el cielo.
– ¿Me quieres ayudar aquí? Di algo.
– No sé.
– Di algo.
– Verás…
…Katy……en donde está él ahora,no existe el dolor.
Está contento.
Y no recuerda nada del accidente.
Dios hace que eso desaparezca.
– ¿Eso es verdad?
– Es lo que me han contado.
– Oye, Katy, tú… Debes saber que Connor está bien.
Que cuidan de él y volverás a verlo otra vez.
– No lo volveré a ver.
– Sí, lo verás, cariño. Lo prometo.
– No lo volveré a ver.
– Porque el cielo no existe.
– Claro que existe el cielo, cariño.
– Demuéstralo.
– Tú…
– Estaba pensando…
Verás, tú…
Tienes que creer.
– Yo creo.
Creo que no existe el cielo. Igual que no existe Dios.
Los seres humanos inventamos esas cosas para sentirnos especiales.
Más especiales que los animales o los bichos…
…porque tenemos miedo.Necesitamos pensar que alguien está protegiéndonos.